sábado, 20 de noviembre de 2010

Pacto Social y Constitución.

La Constitución Política del Estado, es reflejo del pacto social acordado por los miembros de una sociedad o impuesto por una parte de ella a otra parte de la misma.

Nuestra Constitución nacional tiene vicios de origen, nace durante la sanguinaria tiranía militar en 1972, sufre sus mayores modificaciones en 1983 y luego del retorno de la democracia formal pasa por tres actos legislativos, apenas trascendentes.

La democracia no es sólo votar, está se configura en hecho cierto y vivo cuando el pueblo trabajador –que es el componente mayoritario de la sociedad- ejerce la soberanía del Estado, cuando este sujeto colectivo construye una realidad basada en la igualdad, la justicia social, la dignidad de toda la humanidad y el ambiente que le rodea.

La historia de nuestra patria con sus cuatro Constituciones al hombro, no es la historia de un pueblo trabajador soberano, por más que lo proclame la Carta Magna vigente, es la historia de un banquete al que sólo hemos sido convidados como espectadores, a recoger las migas del festín que disfrutan las mismas familias de siempre, sus socios extranjeros y unas cuantas rémoras que van y vienen, al vaivén de las elecciones y las crisis cíclicas del capitalismo.

El pacto social representado en la actual Constitución Política no fue acordado por el pueblo trabajador panameño, le ha sido impuesto, unas veces por la fuerza de la bota militar, otras por la violencia solapada que nace cual resaca, después de las subastas electoreras.

Cada Constitución contiene en si misma los mecanismos para ser reformada parcial o totalmente (nueva Constitución), los cuales deberían ser adecuados a las necesidades de la sociedad que regulan. En la última reforma se introdujo en el texto constitucional la alternativa de la Asamblea Constituyente Paralela, lo que en primera instancia podría parecer positivo, pero al entrar a estudiar en detalle los elementos que la componen, la forma de elegir dicha Asamblea y los límites de reforma que se le imponen -no es plenipotenciaria- nos damos cuenta que el status quo coloco está opción de reforma constitucional como una válvula de escape de la presión social, pero de ningún modo pretendió que la Asamblea Constituyente Paralela tuviese la posibilidad introducir los cambios estructurales que necesita nuestra sociedad.

Ninguna de nuestras Constituciones anteriores ha sido reemplazada por el método que ella establecía internamente. La de 1904 acabo de un plumazo, la de 1941 sufrió el destino del gobierno que la creo y la de 1946 se esfumó entre las torturas de la doctrina de seguridad nacional; todas fueron superadas por las condiciones objetivas del momento, lo cual es natural, pues el Derecho no está por encima de las relaciones de poder y las contradicciones sociales del Estado que regula.

Es necesario un nuevo pacto social, es necesaria una nueva Constitución y el factor determinante para concretizarla frente a la oposición de los poderes fácticos y los poderes constituidos -que muchas veces se entremezclan entre sí- es la organización del pueblo trabajador, sólo él, como sujeto colectivo soberano, es capaz de conducir las transformaciones necesarias y urgentes.

Está organización del pueblo trabajador pasa primeramente por la profundización de las condiciones subjetivas, es decir, que tome conciencia de sí mismo, que el trabajador se reconozca a sí mismo como trabajador, independientemente del sector productivo en el que labore, y que al reconocerse como trabajador pueda ir identificando los objetivos comunes de los otros de su misma clase social.

Los trabajadores somos los creadores de riqueza, los que hacemos caminar los engranajes de la sociedad, somos los más y no debemos permitir que nos traten como los menos, como los que sólo votan y se van a sobrevivir, los que reciben caridad de sus impuestos, los condenados a escuelas y hospitales de tercera. En manos del pueblo trabajador está la conquista de una Constitución y un Estado realmente democrático.

Publicado en “Kaos en la Red” el 17 de septiembre de 2010 y “La Estrella de Panamá” el 3 de octubre de 2010.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Patria es pueblo.

¿Qué es la Patria? Desde niños aprendemos que la patria es la bandera y elconverted PNM file himno nacional, es escudo y cinta tricolor. Con el tiempo, cuando somos adultos, patria es una balada de un cantautor popular o bandas de música en interminables desfiles.

Los seres humanos tenemos la cualidad de representar gráficamente nuestros sentimientos y ese es el valor que tienen nuestros símbolos patrios, son una reflejo de ese amor que creemos los patriotas que se merece esta tierra. Y no es el amor a un ente abstracto, amar a la patria es tener la firme convicción de que todos sus hijos e hijas merecen una vida digna y decorosa, la patria no puede ser pretexto para la voracidad de unos y el sufrimiento de otros. Como dijo José Martí, "La patria es dicha, dolor y cielo de todos y no feudo ni capellanía de nadie”.

Los símbolos patrios, el Canal de Panamá, la pollera y el montuno, nada de eso tiene un valor per se, su valor se tasa en la medida que refleja una parte de lo que somos como pueblo. Somos aguerridos indígenas que combatieron al europeo invasor, con Urraca al frente, somos negros cimarrones que escapan a los palenques lejos de la esclavitud, somos Pedro Prestan y Victoriano Lorenzo a inicios del siglo XX, somos los estudiantes del 9 de enero, que por una bandera rasgada y una patria ocupada entregaron su vida sin pensarlo, somos los tercos poemas de Diana Morán y la intransigencia revolucionaria de Polidoro Pinzón y Floyd Britton.

Panamá, un país de muchas riquezas y muchos pobres, condicionado por una franja de agua y metal que lo atraviesa de lado a lado, para beneficio del mundo; nacimos protectorado y celebramos ese parto al ritmo del gold roll y silver roll, tierra de democracias oligárquicas de dientes filosos y dictaduras sanguinarias con piel de oveja.

Somos tantas cosas y la patria se sigue construyendo en el tiempo, seguimos creciendo y aprendiendo.

Crecimos geográficamente centroamericanos, históricamente sudamericanos y culturalmente caribeños, pero nuestra economía y política han estado más vinculadas desde la cuna al poder imperial de los Estados Unidos, y junto a Puerto Rico, fuimos el ejemplo más evidente de la existencia del patio trasero.

Nuestra posición geográfica y el acomodamiento de la burguesía criolla condicionaron la deformación de las estructuras económicas nacionales. Somos un país de producción agrícola e industrial débil, que apuesta todo su futuro al comercio y la banca que desarrolla la capital de la república, dejando al resto de las provincias en manos de la suerte que pueda brindarle la todopoderosa mano invisible del mercado.

Los panameños somos así, complejos en nuestra pequeñez demográfica, habitantes de una patria joven, mucho más joven de lo que imaginamos, seguimos en constante búsqueda, encaminados como pueblo hacia un segundo y definitivo nacimiento.

-LCR, publicado en “La Prensa ” el 10 de noviembre de 2010 y en “Kaos en la Red” el 11 de noviembre de 2010.

martes, 12 de octubre de 2010

Ni corruptos, ni contentos.

Mario Benedetti
El innegable talento demostrado por Mario Vargas Llosa en sus siete novelas, los premios y honores acumulados en más de veinte años, así como la extraordinaria difusión alcanzada por sus libros, han generado y generan una razonable expectativa ante cada uno de sus comentarios y opiniones, aun cuando no se limiten al campo específico de la literatura.
En los últimos años, el autor de La casa verde ha mostrado cierta preocupación por explicar sus preferencias y desencantos políticos. Entre las primeras figura, por ejemplo, el Gobierno de su país, encabezado por Fernando Belaúnde Terry; entre los segundos están la revolución cubana y, de un tiempo a esta parte, la revolución sandinista. Desde 1960 a la fecha, Vargas Llosa ha efectuado un viraje espectacular en sus predilecciones políticas, y si bien siempre se ha esforzado por demostrar que su desvelo especial es la libertad, lo cierto es que hace quince años era entusiastamente apoyado por las izquierdas latinoamericanas, y hoy en cambio es halagado y arropado por las derechas. Es claro que en aquel apoyo y en este sostén caben anchas franjas de malentendidos que no corresponden al autor en cuestión, pero de todas maneras son señales a tener en cuenta. Las izquierdas suelen equivocarse en sus fervores; las derechas, casi nunca.
Me parece absolutamente legítimo que un escritor, y más si es alguien conocido y admirado como Vargas Llosa, se sienta tan presionado por la realidad como para pronunciarse frecuentemente sobre ella. La circunstancia de que muchos intelectuales latinoamericanos, a pesar de no practicar la obsecuencia ni la obediencia ciega que suele atribuirnos Vargas Llosa, mantengamos nuestra adhesión a las revoluciones de Cuba y Nicaragua no nos impide comprender que vanos aspectos de esas realidades hieran, vulneren o incluso descalabren ciertas pautas y arquetipos de otros intelectuales. De modo que mientras Vargas Llosa se limitó a expresar su visión personal de lo que consideraba un sistema político ideal (modelo que, con los años, se fue desplazando de Cuba a Israel), así como sus implacables juicios ante los arduos procesos revolucionanos, la distancia entre sus posiciones y las de la mayoría de los intelectuales latinoamericanos sigue creciendo, pero el respeto mutuo se mantuvo. Hoy Vargas Llos reconoce de manera explícita (véase la entrevista concedida a Valeno Riva en Panorama, Roma, 2 de enero de 1984) que su postura es francamente rninoritana entre los intelectuales de nuestros países. Esa comprobación no sólo lo sacude y lo irrita, sino que lo lleva a un nivel de agravios que no suele ser moneda corriente en el mundo cultural latinoamericano, donde siempre han existido y coexistido enfoques diversos y hasta contradictorios.
Frecuentemente leo artículos de Vargas Llosa y entrevistas que concede a los medios de comunicación; sin embargo, en el reportaje de Panorama antes mencionado encuentro por vez primera algunas tajantes afirmaciones que nunca vi reflejadas en sus colaboraciones latinoamericanas. Pude leer esa nota porque unos amigos me la enviaron desde Italia debido a que yo era allí directamente aludido. Corruptos y contentos titula Valerio Riva a toda página el artículo en cuestión, sintetizando así el diagnóstico de su ilustre interlocutor acerca de sus colegas latinoamericanos. Sólo menciona tres excepciones (aclara que «hay que buscarlas con linterna»); Octavio Paz, Jorge Edwards y Ernesto Sábato, pero tengo mis dudas de que este último se sienta halagado por integrar la terna. Según declara Vargas Llosa, el llamado caso Padilla le restituyó la soberanía individual, y desde entonces ya no se siente «una suerte de zombi, de robot, de instrumento», como sugiere que todavía han de sentirse muchos de sus colegas. Traza una línea divisoria entre los intelectuales de Europa y los de América Latina: «Entre los intelectuales europeos de izquierda ha tenido lugar un saludable replanteamiento, pero en América Latina la mayoría baila aún obedeciendo a reflejos condicionados, como el perro de Pavlov». Cuando Valerio Riva le pregunta cuántos y quiénes son esos «intelectuales condicionados», Vargas Llosa responde: «Gabriel García Márquez, Mario Benedetti y Julio Cortázar. Éstos son los más ilustres, pero luego hay un número infinito de intelectuales medianos y menores, todos perfectamente manipulados, subordinados, corruptos. Corruptos por el reflejo condicionado del miedo de afrontar el mecanismo de satanización que posee la extrema izquierda. (…) Intelectuales respetabilísimos tragan las mentiras más infames simplemente para no ser triturados por ese mecanismo de difamación».
Entiendo que el propio Vargas Llosa no es una aceptable prueba de su teoría, ya que desde hace años se viene despachando a gusto sobre algunas de nuestras más firmes convicciones, y sin embargo no parece haber sido muy triturado: no sólo no recuerdo que nadie lo haya tratado de «corrupto y contento», ni siquiera de «perro de Pavlov», sino que más bien ha sido promocionado, elogiado, editado, premiado y traducido como pocos escritores de este mundo. Tal vez su caso podría ser ejemplo del extraordinario apoyo que puede lograr un escritor cuando, además de producir excelentes obras, ataca las posiciones y actitudes de izquierda. Realmente, Vargas Llosa no es demasiado convincente como modelo de intelectual triturado. Pero no se detiene allí: «En los países del Tercer Mundo y sobre todo en América Latina, el intelectual es un elemento fundamental del subdesarrollo. No es alguien que lucha contra el subdesarrollo, sino que él mismo es un factor de subdesarrollo, ya que es un gran propagador de estereotipos y crea reflejos intelectuales condicionados. Al repetir todos los lugares comunes de la propaganda, termina por obstruir cualquier posibilidad de creación de nuevas fórmulas de liberación», Tengo la impresión de que la teoría de los reflejos condicionados ha ido condicionando a Vargas Llosa. Gracias a Pavlov sabemos ahora que el subdesarrollo no es una consecuencia del desarrollado y sub-desarrollante imperialismo, ni de las intocables transnacionales, ni del extendido analfabetismo, sino del alfabetizado y maligno intelectual. Toda una revelación, aunque nos sea difícil imaginar (quizá debido a que somos zombis o robots) que Carpentier o Neruda resulten más culpables de nuestras miserias que la United Fruit o la Anaconda Copper Mining. Es probable que cuando Vargas Llosa menciona el carácter corrupto (y contento) de la mayoría de los escritores latinoamericanos esté pensando en el oro de Moscú. Lamentamos desilusionarlo. Ni los mejores atornillados robots de entre nosotros hemos tenido acceso a esa cuota áurea. Supongo que no se referirá a los derechos de autor generados en los países socialistas, en primer término porque son harto dificiles de cobrar, y en segundo, porque el propio Vargas Llosa ha sido profusamente publicado por las editoriales comunistas.
A un intelectual del alto rango artístico de Vargas Llosa debe exigírsele una mínima seriedad en los planteos políticos, particularmente cuando éstos ponen en entredicho la probidad de sus colegas. Hablar de «corruptos y contentos» en una rejón del mundo en la que hay tantos intelectualesperseguidos, prohibidos, exiliados; donde hay por lo menos veintiocho poetas (incluido su compatriota Javier Heraud) que perdieron la vida por causas políticas; un continente que ha conocido el holocausto de Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Paco Urondo; la desaparición de Julio Castro; el asesinato de Roque Dalton e Ibero Gutiérrez; la prisión de Carlos Quijano y Juan Carlos Onetti; la tortura de Mauricio Rosencof y la muerte heroica de Leonel Rugania; hablar de «corruptos y contentos» en ese marco de discriminación y de riesgo, de amenazas y de crimen es, por lo menos, una actitud insoportablemente frívola.
Ni corruptos ni contentos. El segundo calificativo es casi tan grave como el primero, y revela el mismo desconocimiento del material humano que hoy sostiene y profundiza la cultura de América Latina. ¿Cómo podremos estar contentos si en cada minuto muere un niño en América Latina debido ahambre o a enfermedad; si cada cinco minutos ocurre un asesinato político en Guatemala; si hay treinta mil desaparecidos en Argentina? Confieso que, en el fondo, ésta ráfaga de agravios, esta virulenta ofensiva que Vargas Llosa dedica a aquellos intelectuales que no comparten sus ideas, me decepciona bastante. Precisamente por haber disfrutado tanto, como lector, de la obra de Vargas Llosa, me entristece particularmente esta injusta diatriba, esta falta de mínimo respeto a quienes, como él, aunque probablemente no tan bien como él, luchamos a diario con la palabra y tratamos de convertirla en literatura, es decir, en patrimonio de todos. Hace tiempo que nos hemos resignado a que no esté con nosotros, en nuestra trinchera, sino con ellos, en la de enfrente, pero en cambio no podemos resignarnos a que, por diferencias ideológicas o amparado quizá en las dispensas de la fama, recurra al golpe bajo, al juego ilícito, para reforzar sus respetables argumentos. Afortunadamente, la obra de Vargas Llosa está netamente situada a la izquierda de su autor, y seguirá siendo leída con fruición por los zombis, los robots y los perros de Pavlov.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Pacto Social y Constitución.

La Constitución Política del Estado, es reflejo del pacto social acordado por los miembros de una sociedad o impuesto por una parte de ella a otra parte de la misma.

Nuestra Constitución nacional tiene vicios de origen, nace durante la sanguinaria tiranía militar en 1972, sufre sus mayores modificaciones en 1983 y luego del retorno de la democracia formal pasa por tres actos legislativos, apenas trascendentes.

La democracia no es sólo votar, está se configura en hecho cierto y vivo cuando el pueblo trabajador –que es el componente mayoritario de la sociedad- ejerce la soberanía del Estado, cuando este sujeto colectivo construye una realidad basada en la igualdad, la justicia social, la dignidad de toda la humanidad y el ambiente que le rodea.

La historia de nuestra patria con sus cuatro Constituciones al hombro, no es la historia de un pueblo trabajador soberano, por más que lo proclame la Carta Magna vigente, es la historia de un banquete al que sólo hemos sido convidados como espectadores, a recoger las migas del festín que disfrutan las mismas familias de siempre, sus socios extranjeros y unas cuantas rémoras que van y vienen, al vaivén de las elecciones y las crisis cíclicas del capitalismo.

El pacto social representado en la actual Constitución Política no fue acordado por el pueblo trabajador panameño, le ha sido impuesto, unas veces por la fuerza de la bota militar, otras por la violencia solapada que nace cual resaca, después de las subastas electoreras.

Cada Constitución contiene en si misma los mecanismos para ser reformada parcial o totalmente (nueva Constitución), los cuales deberían ser adecuados a las necesidades de la sociedad que regulan. En la última reforma se introdujo en el texto constitucional la alternativa de la Asamblea Constituyente Paralela, lo que en primera instancia podría parecer positivo, pero al entrar a estudiar en detalle los elementos que la componen, la forma de elegir dicha Asamblea y los límites de reforma que se le imponen -no es plenipotenciaria- nos damos cuenta que el status quo coloco está opción de reforma constitucional como una válvula de escape de la presión social, pero de ningún modo pretendió que la Asamblea Constituyente Paralela tuviese la posibilidad introducir los cambios estructurales que necesita nuestra sociedad.

Ninguna de nuestras Constituciones anteriores ha sido reemplazada por el método que ella establecía internamente. La de 1904 acabo de un plumazo, la de 1941 sufrió el destino del gobierno que la creo y la de 1946 se esfumó entre las torturas de la doctrina de seguridad nacional; todas fueron superadas por las condiciones objetivas del momento, lo cual es natural, pues el Derecho no está por encima de las relaciones de poder y las contradicciones sociales del Estado que regula.

Es necesario un nuevo pacto social, es necesaria una nueva Constitución y el factor determinante para concretizarla frente a la oposición de los poderes fácticos y los poderes constituidos -que muchas veces se entremezclan entre sí- es la organización del pueblo trabajador, sólo él, como sujeto colectivo soberano, es capaz de conducir las transformaciones necesarias y urgentes.

Está organización del pueblo trabajador pasa primeramente por la profundización de las condiciones subjetivas, es decir, que tome conciencia de sí mismo, que el trabajador se reconozca a sí mismo como trabajador, independientemente del sector productivo en el que labore, y que al reconocerse como trabajador pueda ir identificando los objetivos comunes de los otros de su misma clase social.

Los trabajadores somos los creadores de riqueza, los que hacemos caminar los engranajes de la sociedad, somos los más y no debemos permitir que nos traten como los menos, como los que sólo votan y se van a sobrevivir, los que reciben caridad de sus impuestos, los condenados a escuelas y hospitales de tercera. En manos del pueblo trabajador está la conquista de una Constitución y un Estado realmente democrático.

-LCR
Publicado en “Kaos en la Red” el 17 de septiembre de 2010.

martes, 10 de agosto de 2010

Bolivia, el “mal ejemplo”

*Hernando Calvo Ospina, Rebelión.

dibujo para la revolucion boliviana 1

Bolivia, país poco conocido en el contexto mundial. La mayoría de los europeos saben de su existencia, pero no tantos lo ubican en el mapa. Por la poca cultura que tienen, rarísimo es el estadounidense que no lo confunda con una fruta o un tipo de hamburguesa.

Bolivia. La gran prensa internacional enseñó que es sólo un pedazo de tierra llena de indios, coca y dictadores. Aunque dicen que estos últimos nacieron como respuesta a la tentativa del Che Guevara de hacer allá una revolución.

En 2005 Bolivia se convirtió en atracción internacional, y no por coca y dictadores: por los indios.

Fue durante las elecciones presidenciales. La prensa destacaba que un candidato indígena tenía posibilidades de dirigir ese país. ¡Un indio! Sí, un ser que no era como nosotros. Se mostraba el inmenso apoyo que otros indiecitos le daban. Como folclor, las imágenes tendían a mostrar las polleras y sombreros de las indiecitas. Y folclórico resultaba el casco de los mineros que en las manifestaciones también vitoreaban al líder Evo Morales.

El indiecito Evo fue la sensación de la prensa internacional ese año, particularmente en Europa. Al fin Bolivia producía otra noticia.

Claro, no todo en Evo podía ser positivo para la gran prensa, pero sí entendible. Por ejemplo, era un dirigente del movimiento de sembradores de coca. Sí, algo negativo, porque de coca a cocaína es poco lo que falta... pero ante todo era un indiecito. Eso lo disculpaba. En cada discurso Evo hablaba de acabar con el analfabetismo y la pobreza. Lo que la prensa internacional veía muy bien, aunque se notaba que prefería la utilización de la palabra “disminuir”.

Cierto escozor producía en las redacciones porque Evo estaba al frente de algo llamado Movimiento Al Socialismo. Esa palabra “socialismo”... No se entendía cómo un indiecito podía saber de eso. No debía ser algo salido de Evo. Era impensable creer que cuando Marx escribió sobre ello, los indios lo practicaban desde siglos.

Hasta que en esas salas fabricantes de noticias e imágenes "descubrieron" por donde venía la cosa. Se notó que la rasquiña las atacaba porque Evo era amigo del diablito Chávez. Y peor: admiraba al diablo Fidel. Pero bueno, antes que todo Evo era un indiecito. Todo lo demás podía entrar al costal del folclor.

Y Evo Morales ganó las elecciones. Se puede afirmar que no existió un medio de prensa en el mundo que no lo mencionara. Como casi todos retomaban lo que salía desde Estados Unidos o Madrid, la noticia estaba como fotocopia de un cuento de hadas. Hasta la llamada prensa “rosada” y de la “jet-set” hablaron del indiecito.

Su encuentro con el Rey de España causó furor, aunque más se mencionó que Evo no llevara corbata. No importaba, así son muchos indios. Muchos intelectuales y directores de Organizaciones No gubernamentales, que nunca se habían dado por enterados, quisieron saber cómo se vivía y se respiraba bajo el gobierno de un indiecito. Volaron a La Paz, y con terror tuvieron que beber mate de esa tal coca para calmar el “mal de altura”.

Pero el idilio con el indiecito presidente no duró mucho.

Evo nacionalizó el petróleo y el gas. Algo inentendible. Estaba bien que quisiera sacar de la pobreza e ignorancia a las mayorías, pero no eran razones suficientes para “quitar” esas riquezas a las transnacionales. “¡Indio tenía que ser!”, de seguro comentaron muchos en muchas partes. La gran prensa de ciertos países casi lo expresó así.

El paternalismo no dio para soportar tanto. Por arte de magia, desde ese día el indiecito Evo pasó a ser “ese indio”, el “semejante indio”, el “tal indio”. Del folclor se pasó a la denigración, y no solo a Evo. Cuando se mostraba al parlamento boliviano, se hacía notar lo ridículo que las decisiones fundamentales de un Estado fueran tomadas por indios y obreros. Y lo pésimo: tantas indias. Con razón el país estaba tomando ese camino. Porque lo “normal” es que sean los de saco y corbata quienes decidan.

Washington decidió que eso era “comunismo”, por tanto había que derrocar al indio. A falta de originalidad, se empezó la típica campaña de guerra propagandística y psicológica. La prensa internacional, manejada desde Washington, con repetidora en Madrid, empezó a insistir en que ya no había libertades. De ningún tipo. Que se violaban los derechos humanos y se reprimía a la oposición. Que Bolivia se convertía en el centro del tráfico de cocaína, y en escondite de “terroristas”.

El colmo para Washington fue que Evo seguía con vida y ganando elecciones. No sirvieron todos los millones entregados a la oposición, a sus medios de información y varias ONG. Se prepararon golpes de Estado, y hasta atentados contra su vida. Nada de nada: el indio ni se movía.

Como casi nunca le había sucedido a Washington en su “patio trasero”, Evo le respondió. El insolente expulsó al embajador estadounidense, a la DEA, a la CIA, y amenazó con sacar del país a las organizaciones de “desarrollo” que pretendieran desestabilizar su gobierno. ¡Horror de horrores!

Así se “descubrió” que el vicepresidente, Álvaro García Linera, no era indio, pero tampoco santo. Quizás peor que Evo. Era un mestizo con muchos pecados: ex guerrillero, ex preso político, con gran formación política, un intelectual de calle... Entonces se trató de meter cizaña para dividir. Esa prensa sugirió que Evo era manipulado por su segundo. En este caso sí se volvieron a recordar que Evo era un indiecito.

De muy poco ha servido el complot internacional y nacional. El proceso ahí va. Con las dificultades propias de todo proceso creativo y atacado. Mientras por aquí, afuera, levanta y levanta simpatías y respeto.

Últimamente la prensa internacional ha preferido ser indiferente. A veces publica una nota, claro, cuando Evo hace algo que no le gusta.

Ese comportamiento de esta prensa significa que Bolivia ya no es la misma. Bolivia, ese país que queda por “allá”, es un “mal ejemplo” en el continente. Y si Washington y sus aliados le tienen miedo a algo, es a gobiernos “mal ejemplo”. Si en tan poco tiempo, con tan pocos recursos y con tantas confabulaciones se ha logrado tanto, ¿por qué otros pueblos vecinos no podrían?

* Periodista y escritor colombiano residente en Francia. Colaborador de Le Monde Diplomatique.

sábado, 7 de agosto de 2010

El descubrimiento

Los primeros seres humanos llegaron a nuestro continente hace catorce milbalboa años aproximadamente, según los estudios más conservadores, aunque es probable que hayan llegado mucho antes.

A partir de esos primeros pobladores se desarrollaron grandiosas civilizaciones, como los aztecas, olmecas y mayas en Norte y Centroamérica; o los incas y mapuches en el sur.

Todos estos pueblos que desarrollaron y sistematizaron conocimientos avanzados en diversas ramas de la ciencia, conocían la tierra que habitaban. Si, la conocían, aunque parezca algo obvio, es necesario afirmarlo pues hace dieciocho años se celebró con toda pompa, el “descubrimiento” del continente por parte de los conquistadores europeos.

Se celebró el exterminio de poblaciones enteras, un genocidio no reconocido por la historia oficial, en el cual decenas de millones de seres humanos, descendientes de los primeros pobladores del continente, fueron asesinados por el hambre de oro y plata que impulsaba a los imperios europeos.

Esa historia escrita por los vencedores, empapada de sangre indígena, desconoce la categoría de seres humanos a los primeros pobladores del continente, desconoce el nivel de civilizaciones a aquellos pueblos, pues marca, por ejemplo, que el descubrimiento del denominado Mar del Sur se da con la llegada de los expedicionarios de Vasco Núñez de Balboa a sus costas en setiembre de 1513.

Aquellos ojos humanos que miraron esas aguas durante miles de años, ¿eran menos humanos? Al iniciarse la destrucción de las poblaciones aborígenes y la imposición de las verdades de la cristiandad como instrumento de dominación ideológica, se debatió durante muchos años si los pueblos originarios del continente tenían alma o no. Este debate no era una cuestión puramente teológica, pues al concluir que no tenían alma, también se desprendía que los mismos no eran humanos, sino objetos, como fueron considerados los africanos secuestrados de sus tierras para servir como esclavos.

El racismo es siempre la negación del otro y en algunos tristes casos la negación de sí mismos, como es el caso de los mestizos que discriminan, sin saberlo, sus propios orígenes. Esa negación lleva a la deshumanización, a la cosificación humana, que en última instancia lo que busca es justificar la explotación humana, busca dar razones a la marginación y la pobreza de un sector social o étnico, razones que dejen libre de culpa al sistema social, político y económico que realmente sustenta tantas injusticias.

Quedan pinceladas de estas concepciones retrogradas en el actual pensamiento dominante, las cuales podemos encontrar en el sistema educativo o en la forma como reprimieron brutalmente al valiente pueblo bocatoreño, con el cual se tuvo especial saña debido al grupo étnico mayoritario de los manifestantes o en el reciente anuncio de la celebración oficial por parte del gobierno nacional del descubrimiento del Océano Pacífico, como si aquellos ojos que guiaron a Balboa y que conocían ese mar desde mucho antes, no fuesen realmente humanos.

-LCR

Publicado en “Kaos en la Red” el 28 de julio de 2010 y en “La Estrella de Panamá el 3 de agosto de 2010.

viernes, 14 de mayo de 2010

Roque Daltón

30187_10150191694655301_546495300_12349134_646375_n Hace treinta y cinco años, Roque fue asesinado mientras dormía.

Yo soy uno de sus muchos dolientes.

Fui su amigo, y lo sigo siendo.

Su asesinato me dolió, y me sigue doliendo.

La impunidad me indignó, y me sigue indignando.

La impunidad estimula a los criminales, y los militantes que matan para castigar la discrepancia no son menos criminales que los militares que matan para perpetuar la injusticia.

Aquí va mi abrazo, de muchos brazos, a los familiares de Roque, a sus amigos, a sus compañeros, y a las muchas y muchos que no lo conocieron pero lo aman amando las palabras que nos dejó.

-Eduardo Galeano.

sábado, 6 de marzo de 2010

¿Qué es el Estado?

a quien protege la represion del estado burgues ¿Qué es el Estado? Parece una pregunta de otros tiempos, cuando hoy la mayor preocupación que asola al ciudadano común es como “resolver” el día a día, pero veremos que es un tema que guarda estrecha relación con el origen de los problemas cotidianos.

Para la Derecha política conservadora el Estado tiene como funciones principales, la defensa de sus fronteras y el brindar seguridad para el mantenimiento de las relaciones de producción capitalista, al mismo tiempo consideran que todas las demás actividades productivas que puedan generar lucro, deben permanecer en manos privadas, incluyendo muchos servicios públicos. Está corriente de pensamiento tuvo su apogeo en los años ’80 y ’90 del siglo pasado, encontrando un estrepitoso fracaso en la crisis económica que alcanzo su punto más agudo en el año 2008.

Para las corrientes socialdemócratas (social-capitalistas) el Estado es un ente que tiene como función principal “conciliar” los conflictos que surjan entre las clases sociales, los seguidores de esta línea política que también se suelen autodenominar de Izquierda democrática, no buscan transformar el Estado capitalista, si no que en su práctica simplemente se han concentrado en la administración del mismo, limitando su progresismo a formas prácticas que tienen que ver más con la caridad, que con la justicia social. La tiranía golpista que gobernó Panamá durante veintiún años y sus discípulos actuales, asumen estas posiciones políticas.

Cuando hablamos de Estado, ¿qué se ve a simple vista? Lo evidente es que el Estado está compuesto por los Órganos Legislativo, Ejecutivo y Judicial, los cuales concentran y ejercen la soberanía popular, es decir, el ejercicio de sus funciones con separación de los poderes de cada Órgano.

Esta entidad que parece ser omnipresente y haber existido siempre, tiene un origen histórico. Nuestra especie, los Homo Sapiens, tiene una antigüedad calculada en unos 200 mil años, mientras que las primeras civilizaciones surgen en Mesopotamia aproximadamente hace unos 6 mil años, es entonces donde se dan las primeras formas de organización social que llevan al surgimiento del Estado, por lo tanto este no es eterno, sino histórico.

El Estado surge cuando las condiciones de una sociedad determinada permiten a un sector minoritario del conglomerado social acumular recursos más allá de los necesarios para vivir, los cuales le permiten ser una clase que gobierne sobre las otras. Para lograr esa dominación necesitan una entidad que sostenga ese control, y ella es el Estado.

La prueba está a través de toda la historia, cuando existía el modo de producción esclavista, el Estado defendía los intereses de la clase esclavista, esa era la esencia del Estado, pero su apariencia podía variar. El caso más característico es la antigua Grecia, ejemplo de democracia en todos los textos oficiales, incluso la palabra democracia deriva del idioma griego, esa sociedad que se hacía llamar democrática era una sociedad que florecía sobre las espaldas del trabajo de los esclavos.

En la actualidad vivimos el dominio del modo de producción capitalista, el Estado defiende los intereses de la clase capitalista, esa es la esencia del Estado contemporáneo, en cambio su apariencia puede pasar desde la brutal tiranía (como la dirigida por Torrijos-Noriega), pasando por la retrograda monarquía o las democracias representativas (todos los gobiernos de 1990 a la actualidad), todos tienen en común la defensa de los intereses de la clase capitalista.

Recapitulando, el Estado en apariencia funciona a través de la clásica división de los poderes, pero en esencia, todo Estado tiene funciones administrativas, ideológicas y represivas. Las primeras constituyen aquellas que son necesarias para el funcionamiento cotidiano del Estado, son su espacio más visible para toda la población; las segundas son ejercidas por las instituciones educativas reguladas por el Estado y –según la concepción de Estado ampliado de Gramnsci- son ejercidas principalmente por los medios de comunicación comercial, entre estas y otras instituciones (espacios culturales, cívicos, gremiales) se busca convencer a la mayoría de la población, que esta marginada de las riquezas colectivas, que una eventual lucha por transformar la sociedad existente es cosa de gente con problemas mentales, desadaptados, terroristas, jóvenes soñadores o viejos frustrados que nunca lograran su objetivo.

Finalmente, las instituciones represivas son aquellas utilizadas contra todo aquel individuo o colectivo que vulnere las normas de convivencia de la sociedad capitalista, por ello, la defensa de la gran propiedad privada y el libre mercado, son las principales tareas del aparato represivo de la democracia burguesa.

Corresponde a la Izquierda política los esfuerzos de lucha contra el capitalismo, luchando por transformar el Estado capitalista que nos oprime como clase popular, en un Estado al servicio del pueblo trabajador, lo cual sólo será posible llevando a esta clase al poder, y por lo tanto, desplazando del mismo a la burguesía. El método podrá variar según la coyuntura, pero al trazar la ruta no está permitido –si de Izquierda política se trata- perder de vista el carácter violento del Estado, es decir, la clase dominante difícilmente renunciará al uso de la violencia para conservar sus privilegios, además no dejar de ver el bosque por ver el árbol, o sea, tener siempre presente en cada lucha que el enemigo a superar es el modo de producción capitalista.

Por: LCR.

jueves, 28 de enero de 2010

¿Hay vida antes de la muerte?

DIC 061"Mujer, 43 años, funcionaria, casada, dos hijos, vive en un piso alquilado  en Madrid y conduce un coche de gama media". Con palabras grises como éstas solemos juzgar a las personas que nos rodean. Con poco más. No sabemos si esa mujer ama a su pareja o si se emociona con el canto del ruiseñor en las noches de verano. Menos aún: si es capaz de tocar la soledad que alberga el alma de las personas o si sueña con un refugio invisible en lo alto de una montaña. Las palabras con las que medimos a las personas dibujan un perfil social y económico que las hunden en el anonimato de las estadísticas. Son datos que no cantan, no bailan, no sueñan, no ríen. No dicen, realmente, nada que importe. Entonces, ¿por qué juzgamos y etiquetamos a los vivos en base a datos que podrían describir a los muertos?

La evolución nos ha dotado de un cerebro para sentir y para pensar, un órgano asombroso que crea, ama y sueña. Pero somos imperfectos. Al cerebro humano le lastra el miedo. Programado para sobrevivir, observa desde su caja negra los peligros que le acechan. Y a diferencia del cerebro de otros animales, escudriña y teme también aquello que posiblemente podría ocurrirle: la muerte de un ser querido o la mirada del jefe que tal vez esté barruntando despedirnos. Atrincherado en su miedo a no sobrevivir, el cerebro nos tiende trampas para aliviar su soledad, para poblar de certezas su universo incierto y cambiante. A golpe de etiquetas dividimos el mundo en bueno o malo, es decir, en seguro e inseguro. Vivimos con la mirada del inconsciente fija en el código evolutivo heredado de los muertos: lejos de la manada, acecha la muerte. El desprecio de los otros nos aterra. Intentamos pertenecer al grupo, político, familiar o artístico, amparados al abrigo de las verdades de un ego colectivo que defiende un espacio seguro. Ulteriormente, los humanos tienden naturalmente a la justicia social y a la empatía, pero éstas se inhiben si el entorno y el cerebro así se lo aconsejan. No somos malos, somos obedientes porque tenemos miedo, aunque esa contradicción entre lo sentido y lo vivido crea más soledad y dolor del que siempre quisimos evitar.

En ese espacio grupal seguro, renunciamos a nuestro ser transparente, único y vulnerable, rechazamos enfrentarnos a las emociones que producen miedo y ansiedad. Disimulamos y evitamos hablar del dolor que alberga el mundo, aunque los expertos alertan del incremento espectacular de los trastornos mentales, con su séquito de sufrimiento, suicidios, maltratos y abusos, incluso entre los más jóvenes. ¿Por qué no somos capaces de ayudar a nuestros hijos a encontrar su lugar en el mundo? ¿No es suficiente distraerles con el consumo masivo y adictivo de placeres? Alimentamos con esfuerzo y rigor su cociente intelectual. Pero apenas educamos en el conocimiento de uno mismo, en la capacidad de desaprender aquello que nos lastra, en la expresión pacífica de la ira, en la capacidad de sentir y de escuchar al otro, de convivir. La creatividad y la inteligencia emocional se han convertido en nuestra sociedad en un don para unos pocos, en vez de una actitud vital para todos.

La conjunción de lo biológico con la revolución tecnológica augura un potencial insospechado al conocimiento. Reclamar el derecho a expresar de forma integral nuestro asombroso potencial intelectual, emocional y físico es uno de los grandes retos de este siglo, al que se enfrentan personas de ámbitos muy diversos. Sin distinciones inventadas, sin categorías infundadas y sin las etiquetas que nos roban del disfrute de la vida antes de la muerte.

Elsa Punset es autora de Brújula para navegantes emocionales (Aguilar, 2008).   Publicado en El País, España.

jueves, 21 de enero de 2010

Haití: La maldición blanca.

Eduardo Galeano

El primer día de este año [2004], la libertad cumplió dos siglos de vida en el mundo. Nadie se enteró, o casi nadie. Pocos días después, el país del cumpleaños, Haití, pasó a ocupar algún espacio en los medios de comunicación; pero no por el aniversario de la libertad universal, sino porque se desató allí un baño de sangre que acabó volteando al presidente Aristide.

Haití fue el primer país donde se abolió la esclavitud. Sin embargo, las enciclopedias más difundidas y casi todos los textos de educación atribuyen a Inglaterra ese histórico honor. Es verdad que un buen día cambió de opinión el imperio que había sido campeón mundial del tráfico negrero; pero la abolición británica ocurrió en 1807, tres años después de la revolución haitiana, y resultó tan poco convincente que en 1832 Inglaterra tuvo que volver a prohibir la esclavitud.

Nada tiene de nuevo el ninguneo de Haití. Desde hace dos siglos, sufre desprecio y castigo. Thomas Jefferson, prócer de la libertad y propietario de esclavos, advertía que de Haití provenía el mal ejemplo; y decía que había que “confinar la peste en esa isla”. Su país lo escuchó. Los Estados Unidos demoraron sesenta años en otorgar reconocimiento diplomático a la más libre de las naciones. Mientras tanto, en Brasil, se llamaba haitianismo al desorden y a la violencia. Los dueños de los brazos negros se salvaron del haitianismo hasta 1888. Ese año, el Brasil abolió la esclavitud. Fue el último país en el mundo.
---
Haití ha vuelto a ser un país invisible, hasta la próxima carnicería. Mientras estuvo en las pantallas y en las páginas, a principios de este año, los medios trasmitieron confusión y violencia y confirmaron que los haitianos han nacido para hacer bien el mal y para hacer mal el bien.

Desde la revolución para acá, Haití sólo ha sido capaz de ofrecer tragedias. Era una colonia próspera y feliz y ahora es la nación más pobre del hemisferio occidental. Las revoluciones, concluyeron algunos especialistas, conducen al abismo. Y algunos dijeron, y otros sugirieron, que la tendencia haitiana al fratricidio proviene de la salvaje herencia que viene del Africa. El mandato de los ancestros. La maldición negra, que empuja al crimen y al caos.

De la maldición blanca, no se habló.
---
La Revolución Francesa había eliminado la esclavitud, pero Napoleón la había resucitado:
–¿Cuál ha sido el régimen más próspero para las colonias?
–El anterior.
–Pues, que se restablezca.
Y, para reimplantar la esclavitud en Haití, envió más de cincuenta naves llenas de soldados.

Los negros alzados vencieron a Francia y conquistaron la independencia nacional y la liberación de los esclavos. En 1804, heredaron una tierra arrasada por las devastadoras plantaciones de caña de azúcar y un país quemado por la guerra feroz. Y heredaron “la deuda francesa”. Francia cobró cara la humillación infligida a Napoleón Bonaparte. A poco de nacer, Haití tuvo que comprometerse a pagar una indemnización gigantesca, por el daño que había hecho liberándose. Esa expiación del pecado de la libertad le costó 150 millones de francos oro. El nuevo país nació estrangulado por esa soga atada al pescuezo: una fortuna que actualmente equivaldría a 21,700 millones de dólares o a 44 presupuestos totales del Haití de nuestros días. Mucho más de un siglo llevó el pago de la deuda, que los intereses de usura iban multiplicando. En 1938 se cumplió, por fin, la redención final. Para entonces, ya Haití pertenecía a los bancos de los Estados Unidos.
---
A cambio de ese dineral, Francia reconoció oficialmente a la nueva nación. Ningún otro país la reconoció. Haití había nacido condenada a la soledad.
Tampoco Simón Bolívar la reconoció, aunque le debía todo. Barcos, armas y soldados le había dado Haití en 1816, cuando Bolívar llegó a la isla, derrotado, y pidió amparo y ayuda. Todo le dio Haití, con la sola condición de que liberara a los esclavos, una idea que hasta entonces no se le había ocurrido. Después, el prócer triunfó en su guerra de independencia y expresó su gratitud enviando a Port-au-Prince una espada de regalo. De reconocimiento, ni hablar.

En realidad, las colonias españolas que habían pasado a ser países independientes seguían teniendo esclavos, aunque algunas tuvieran, además, leyes que lo prohibían. Bolívar dictó la suya en 1821, pero la realidad no se dio por enterada. Treinta años después, en 1851, Colombia abolió la esclavitud; y Venezuela en 1854.
---
En 1915, los marines desembarcaron en Haití. Se quedaron diecinueve años. Lo primero que hicieron fue ocupar la aduana y la oficina de recaudación de impuestos. El ejército de ocupación retuvo el salario del presidente haitiano hasta que se resignó a firmar la liquidación del Banco de la Nación, que se convirtió en sucursal del Citibank de Nueva York. El presidente y todos los demás negros tenían la entrada prohibida en los hoteles, restoranes y clubes exclusivos del poder extranjero. Los ocupantes no se atrevieron a restablecer la esclavitud, pero impusieron el trabajo forzado para las obras públicas. Y mataron mucho. No fue fácil apagar los fuegos de la resistencia. El jefe guerrillero, Charlemagne Péralte, clavado en cruz contra una puerta, fue exhibido, para escarmiento, en la plaza pública.

La misión civilizadora concluyó en 1934. Los ocupantes se retiraron dejando en su lugar una Guardia Nacional, fabricada por ellos, para exterminar cualquier posible asomo de democracia. Lo mismo hicieron en Nicaragua y en la República Dominicana. Algún tiempo después, Duvalier fue el equivalente haitiano de Somoza y de Trujillo.
---
Y así, de dictadura en dictadura, de promesa en traición, se fueron sumando las desventuras y los años.

Aristide, el cura rebelde, llegó a la presidencia en 1991. Duró pocos meses. El gobierno de los Estados Unidos ayudó a derribarlo, se lo llevó, lo sometió a tratamiento y una vez reciclado lo devolvió, en brazos de los marines, a la presidencia. Y otra vez ayudó a derribarlo, en este año 2004, y otra vez hubo matanza. Y otra vez volvieron los marines, que siempre regresan, como la gripe.

Pero los expertos internacionales son mucho más devastadores que las tropas invasoras. País sumiso a las órdenes del Banco Mundial y del Fondo Monetario, Haití había obedecido sus instrucciones sin chistar. Le pagaron negándole el pan y la sal. Le congelaron los créditos, a pesar de que había desmantelado el Estado y había liquidado todos los aranceles y subsidios que protegían la producción nacional. Los campesinos cultivadores de arroz, que eran la mayoría, se convirtieron en mendigos o balseros. Muchos han ido y siguen yendo a parar a las profundidades del mar Caribe, pero esos náufragos no son cubanos y raras veces aparecen en los diarios.

Ahora Haití importa todo su arroz desde los Estados Unidos, donde los expertos internacionales, que son gente bastante distraída, se han olvidado de prohibir los aranceles y subsidios que protegen la producción nacional.
---
En la frontera donde termina la República Dominicana y empieza Haití, hay un gran cartel que advierte: El mal paso.
Al otro lado, está el infierno negro. Sangre y hambre, miseria, pestes.

En ese infierno tan temido, todos son escultores. Los haitianos tienen la costumbre de recoger latas y fierros viejos y con antigua maestría, recortando y martillando, sus manos crean maravillas que se ofrecen en los mercados populares.

Haití es un país arrojado al basural, por eterno castigo de su dignidad. Allí yace, como si fuera chatarra. Espera las manos de su gente.

Los marines se despliegan en una capital haitiana exhausta.

p_20_01_2010 Ruben PASCUAL | BILBO

La imagen que se veía ayer en los principales puntos estratégicos de Puerto Príncipe, incluida la explanada del que hasta el terremoto del pasado 12 de enero era el Palacio Presidencial, resulta familiar. Como en Bagdad o Kabul, helicópteros Seahawk con tropas estadounidenses a bordo tomaron tierra en la capital haitiana. Apenas destaca una diferencia: esta vez los soldados llegan más ligeros, sin armas pesadas ni los igualmente pesados trajes de combate. Por lo menos de momento.

Las escuadras llegan, eso sí, bien equipadas con fusiles de asalto, metralletas livianas y lanzagranadas, e incluso se permiten bromear. «¡Sin municiones en la recámara! ¡Sin IBA (Individual Body Armor, blindaje corporal)! ¡Esto es diferente!», comentaba un sargento, haciendo alusión a la regla de todo soldado en zona de guerra: estar listo para abrir fuego y llevar siempre el casco y la protección.

En el devastado Haití no son recibidos con bombas, sino por un gran número de supervivientes angustiados y que se mueren por conseguir cualquier tipo de empleo.

Atraídos por el ruido de los helicópteros, un nutrido grupo de haitianos se arremolina alrededor de la zona de aterrizaje y comienza, como muestra de su total desesperación, a ofrecer sus servicios.

Oficialmente, la misión de los marines y el resto de tropas estadounidenses consiste en brindar productos de primera necesidad, como agua, víveres y material médico a los damnificados por el seísmo. Pero los problemas de Haití son muy anteriores al desastre del pasado martes.

Acogida dispar

Pese a que lo crítico de la situación fuerza a muchos a suspirar por cualquier tipo de ayuda, aunque llegue armada, no pocos haitianos se mostraron reacios al espectacular dispositivo que Washington ha desplegado en el paupérrimo país caribeño.

«¿Qué hacen éstos aquí?», exclamaba un joven mientras veía a los estadounidenses descargando material de sus helicópteros. «Necesito trabajo. Antes que todo esto, necesito un trabajo», se quejaba.

El Ejército de EEUU, que tomó posiciones estratégicas en la capital y también se desplazó a ciudades que hasta ahora han carecido de atención alguna (como Leogane, Petit Goave o Grand Goave, cercanas a la capital y situadas en el epicentro del terremoto), aseguró haber lanzado desde un avión 14.500 raciones de alimentos y 15.000 litros de agua potable en una zona cercana al aeropuerto.

Además, la Armada estadounidense también se hizo cargo de gestionar el tráfico aéreo en la capital haitiana y ha desplegado más de 10.000 soldados, relegando a las fuerzas de las Naciones Unidas a un segundo plano.

De hecho, varios aviones cargados con equipos médicos no han podido aterrizar en el aeródromo capitalino porque, de facto, la prioridad es para las aeronaves de EEUU.

«Es una ocupación. El Palacio es nuestro poder, nuestra identidad, nuestro orgullo», afirmó un hombre, preocupado por el despliegue de la Casa Blanca.

«No he visto a los estadounidenses distribuyendo agua y alimentos por la calle, pero ahora vienen al Palacio», agregaba otro en el mismo sentido.

Las quejas de los ciudadanos han sido compartidas en público por otros países, como Brasil o el Estado francés, que mostraron su malestar por la gestión de Washington, que alega la falta de coordinación, la violencia armada y que aún se debe restablecer el orden para continuar con la ayuda humanitaria.

En esa misma línea, el jefe del equipo de bomberos mexicano denunció ayer ante la cadena de televisión TeleSur el bloqueo que las fuerzas estadounidenses imponen a su trabajo a la hora de llevar a cabo las labores de rescate.

«No nos dejan trabajar»

«Hay gente que está debajo de los escombros con vida y necesitamos rescatarlas, pero no nos dejan trabajar», denunció Carlos Morales Cienfuegos, comandante del grupo de salvamento y paramédicos mexicanos.

«Hay dos grupos de rescate, uno civil y otro militar (...) ellos [los estadounidenses] te dicen `si no hay seguridad no sales'», indicó el funcionario.

A nadie sorprenden ya los continuos saqueos y robos de comercios y casas, consecuencia esperable del hambre, la muerte y la desesperación acumuladas a lo largo de una semana.

Esa agonía lleva a la gente a robar lo que puede, para luego venderlo o canjearlo por comida. La Policía local trabaja a la par de los agentes extranjeros para evitar que el caos agrave la la trágica situación.

Además, la fuga de unos 3.000 presos de la cárcel más importante del país contribuye al resurgimiento de las guerrillas, debido a que gran parte de los cautivos pertenecían a los grupos armados que defendían el regreso del derrocado mandatario Jean-Bertrand Aristide.

Pese a que el presidente Rene Preval logró reducirlas, varios analistas apuntaron que la situación actual de anarquía podría favorecer el resurgimiento de estas guerrillas.

Ante la toma de la capital haitiana por parte de las fuerzas militares estadounidenses, el presidente del Estado francés, Nicolas Sarkozy, se quejó de que el aeropuerto de Puerto Príncipe se haya convertido en «un anexo de EEUU».

A la postre, todos estos gestos demuestran el interés que existe por liderar las labores de reconstrucción del país.

En Estados Unidos saben que el resurgimiento de Haití puede suponer un negocio, ya que el destino de todas las ayudas económicas -donadas por los distintos países y las organizaciones humanitarias- irían a parar a los bolsillos de los inversores privados, como podrían ser, por ejemplo, las empresas dedicadas a la construcción.

Es por ello que tanto el Estado francés (antigua potencia colonizadora) y Brasil (que lideraba el contingente de la ONU en Haití) se hayan sentido desplazados y hayan buscado elevar sus cotas de protagonismo.

Otras ciudades olvidadas

El paso del tiempo traduce la tragedia en cifras, y la ONU dio cuenta de los daños en las ciudades situadas en el epicentro del seísmo. Leogane (134.000 habitantes), a 30 kilómetros de la capital, quedó destruida al 90%. Hay 3.000 muertos y 5.000 desaparecidos. Ningún edificio del Gobierno quedó en pie y todas las infraestructuras fueron destruidas. Jacmel (34.000 habitantes) fue arrasada al 60% y no se sabe nada de las víctimas.GARA

La ONU aprueba el envío de otros 3.500 cascos azules para evitar «disturbios»

El Consejo de Seguridad de la ONU aprobó ayer el envío de 3.500 cascos azules más a Haití con el objetivo de «proteger a los pasillos humanitarios y a los convoyes de ayuda»

Con estos refuerzos, ascenderá a 12.500 el número de efectivos militares de la Misión de Paz (sic) de la ONU (Minustah) que llegó a la isla en 2004. A ellos hay que sumar alrededor de 2.000 efectivos civiles.

Fue el propio secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, quien tras su visita a la zona pidió al Consejo un aumento de los medios humanos de la misión.

La resolución fue adoptada por unanimidad por los quince miembros del Consejo, que decidió mantener a examen la posibilidad de aprobar nuevos aumentos del contingente.

El representante permanente del Estado francés en la ONU, Gérard Araud, justificó la medida señalando que «debemos estar presentes en los puntos de distribución de la ayuda para asegurarnos de que las cosas se hacen bien».

El diplomático galo admitió que se han producido protestas y enfrentamientos, pero insistió en que «no han sido a gran escala ni en todo el país». Recordó asimismo que «disturbios de este tipo se producían ya antes del terremoto».

El jefe de operaciones del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Riccardo Conti, aseguró ayer que la distribución de ayuda no alimentaria fue suspendida el lunes «por la tensa atmósfera» reinante en un barrio de la capital donde intervenía uno de sus equipos. «Es comprensible. Hay que tener en cuenta la dificilísima situación en la que se encuentran los que lo han perdido todo», reconoció.

El director de operaciones de la ONU, Alain Leroy, concretó que los nuevos contingentes escoltarán los convoyes humanitarios que llevan ayuda alimentaria a unos 200 puntos de distribución. Vigilarán asimismo los pasillos humanitarios tanto desde República Dominicana como desde el puerto de la capital haitiana. GARA.

NOTICIA EN GARA.

domingo, 17 de enero de 2010

La doble maldición de Haití.

Por: Maurice Lemoine, Le Monde diplomatique.

«A la muerte le gustan los pobres», decía Le Monde diplomatique en febrero de 2005 tras Haití 4el  tsunami que acababa de golpear a Indonesia, las costas de Sri Lanka, el sur de la India y Tailandia (1). Es muy pronto para hacer balance del terremoto de 7 grados en la escala Ritcher que ha arrasado el país más pobre de América Latina, Haití, el 12 de enero. Pero se puede temer lo peor. Ahora se trata, urgentemente, de buscar y rescatar a las víctimas, llevar asistencia sanitaria a los supervivientes, habilitar refugios, proporcionar alimentos y agua y evitar las epidemias. La solidaridad internacional y la ayuda humanitaria de todos, de la ONU a Estados Unidos pasando por la Unión Europea -especialmente Francia, que no puede desentenderse de su deuda histórica con la isla- o América Latina, se moviliza según (o no) sus posibilidades.

Otra vez el seísmo golpea una región del globo poco respetada por los fenómenos naturales. En 2008, Haití ya sufrió el infierno de cuatro huracanes tropicales –Ike, Anna, Gustav y Fay-. No se pueden comparar con este terremoto, obviamente tan imprevisible como imprevisto, difícil de anticipar. Sin embargo, surge la primera pregunta: ¿Por qué durante esos huracanes, que las arrasan de la misma forma (con consecuencias económicas desastrosas), en Haití hubo que lamentar setecientas noventa y tres muertes y «sólo» cuatro en Cuba? Como un efecto de lupa, las catástrofes ponen de manifiesto el estado «real» de las sociedades.

Una vez pasado el choque inicial y la conmoción, los gobiernos, ONG, instituciones internacionales y medios de comunicación se dedicarán, todos a una, al tema de la «reconstrucción». Si es que se puede emplear el término «reconstruir» en un país que carece de todo.

Pero, ¿de qué reconstrucción hablarán? Después del huracán Micht, que en octubre y noviembre de 1998 se cobró casi diez mil vidas y cientos de miles de damnificados en América central, los movimientos sociales avanzaron la idea de vincularla a un nuevo tipo de desarrollo destinado a reducir la vulnerabilidad social. El tiempo se ha encargado de demostrar que desde entonces no se ha hecho nada en ese sentido. El único intento, emprendido mucho después por el presidente hondureño Manuel Zelaya, acabó por el golpe de Estado del 28 de junio de 2009…

A una clase política haitiana amenazada por el espectro de la autodestrucción, y que no está exenta de responsabilidad en el estado calamitoso del país, ¿quién le va a leer la cartilla? ¿Las instituciones financieras internacionales que han demorado el proceso de anulación de la deuda a pesar de los problemas a los que ya se enfrenta la población? ¿Washington, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Interamericano de Desarrollo, etcétera? ¿Los países denominados «amigos» que cínicamente han empujado al descenso a los infiernos a la sociedad haitiana?

Desde 1984, el FMI obligó a Puerto Príncipe a liberalizar su mercado. Los escasos y últimos servicios públicos se privatizaron negando el acceso a ellos a los más necesitados. En 1970, Haití producía el 90% de los alimentos que consumía, actualmente importa el 55%. El arroz estadounidense subvencionado ha matado la producción local. En agosto y septiembre de 2008, el estallido de los precios alimentarios mundiales hizo que aumentaran su precio el 50%, lo que dio origen a los «motines del hambre».

Un cataclismo natural se puede imputar a la fatalidad. El vergonzoso e insoportable empobrecimiento de las poblaciones urbanas y rurales de Haití, no.

(1) Ver «Tsunamis, cyclones, inondations, des catastrophes si peu naturelles...».

Fuente: http://www.monde-diplomatique.fr/carnet/2010-01-14-Haiti-doublement-maudite