El desarrollo del capitalismo en Panamá ha estado fuertemente influenciado por nuestra posición geográfica, que favorece el intercambio y traslado de mercancías. Los sectores dominantes de la burguesía nacional, concentraron sus riquezas, en el sector terciario de la economía, jugando su papel dentro del contexto del capitalismo internacional y dejando de lado el desarrollo de sus propias fuerzas en la producción agrícola e industrial.
Durante el siglo XX, la agricultura en nuestro país, tuvo dos ejes principales:
1. El monocultivo para la exportación, dirigido por empresas transnacionales (banano) o por terratenientes nacionales o con capital mixto (café, caña de azúcar) y,
2. Producción para el consumo nacional (arroz, maíz, ganado vacuno).
1. El monocultivo para la exportación, dirigido por empresas transnacionales (banano) o por terratenientes nacionales o con capital mixto (café, caña de azúcar) y,
2. Producción para el consumo nacional (arroz, maíz, ganado vacuno).
Con este marco de referencia, podemos decir que durante el siglo XX, hasta la actualidad, en nuestra sociedad rural, las clases predominantes son, el gran propietario, el campesino sin tierra y el campesino integrado a la industria. Con esto no queremos decir que no existan otras clases sociales en el campo panameño, sino que las antes mencionadas son las predominantes en la actualidad, producto del proceso histórico de producción agrícola y tenencia de la tierra, y son estás clases, las que generan la profundización de las contradicciones de clases.
Desde finales del siglo XX e inicios del siglo XXI, la distorsión de la economía nacional ha tendido a profundizarse, sólo alrededor del 7% de la economía nacional se genera en el sector primario, mientras que más del 75% pasa por el sector terciario. La profundización del sistema neoliberal, la desprotección de los productores nacionales, producto del seguimiento obediente de la burguesía nacional de los lineamientos de las instituciones financieras internacionales, contribuye de sobremanera a profundizar este escenario que deja la obtención de los alimentos, en manos de los importadores, o sea, de la burguesía mercantilista, asentada en el sector terciario de la economía.
Los trabajadores del campo en la actualidad enfrentan una nueva amenaza, la dispersión epidémica de hidroeléctricas a través de todo el país. Tan sólo en la provincia de Chiriquí, se tienen programados más de ochenta proyectos hidroeléctricos, lo que trae como consecuencia el desplazamiento de campesinos, el corte del curso normal de los ríos y por lo tanto, la reducción de la productividad de muchas tierras.
Por otra parte, los llamados cultivos no tradicionales, constituyen una nueva forma de monocultivo para la exportación (sandía, piña) donde son incorporados los campesinos que pierden sus tierras. Pese a esto, la mayoría de los campesinos sin tierra no permanecen en el campo, sino que pasan a los barrios marginales de la ciudad de Panamá, donde el campesino pasa a ser obrero, se proletariza.
También, bajo el eufemismo del turismo residencial, muchas de las tierras más productivas de nuestro país, pasan a ser vendidas a precio de feria a ciudadanos estadounidenses y europeos. Esta modalidad, junto al negociado energético antes mencionado, son las principales amenazas del campesinado panameño en la actualidad.
Es evidente que los sectores dominantes de la burguesía nacional, asentados en el sector servicios, no tienen ningún proyecto de desarrollo integral del sector productivo y campesino de nuestro país. Lo demostraron durante la dictadura militar, con reformas agrarias decorativas, que sostuvieron y profundizaron la concentración de tierras y lo demuestran ahora con la “titulación” de tierras, que busca facilitar precisamente, la apropiación del gran capital, de las mejores tierras de nuestro país.
Por otra parte, los llamados cultivos no tradicionales, constituyen una nueva forma de monocultivo para la exportación (sandía, piña) donde son incorporados los campesinos que pierden sus tierras. Pese a esto, la mayoría de los campesinos sin tierra no permanecen en el campo, sino que pasan a los barrios marginales de la ciudad de Panamá, donde el campesino pasa a ser obrero, se proletariza.
También, bajo el eufemismo del turismo residencial, muchas de las tierras más productivas de nuestro país, pasan a ser vendidas a precio de feria a ciudadanos estadounidenses y europeos. Esta modalidad, junto al negociado energético antes mencionado, son las principales amenazas del campesinado panameño en la actualidad.
Es evidente que los sectores dominantes de la burguesía nacional, asentados en el sector servicios, no tienen ningún proyecto de desarrollo integral del sector productivo y campesino de nuestro país. Lo demostraron durante la dictadura militar, con reformas agrarias decorativas, que sostuvieron y profundizaron la concentración de tierras y lo demuestran ahora con la “titulación” de tierras, que busca facilitar precisamente, la apropiación del gran capital, de las mejores tierras de nuestro país.
Este escenario reafirma a la clase trabajadora, de la ciudad y el campo, que el enemigo común es uno y que la construcción de una patria para todos, pasa por la organización clasista, revolucionaria y rupturista contra el sistema que sustenta la explotación común: el modo de producción capitalista.
-Luis Calvo Rodríguez
PUBLICADO EN KAOS EN LA RED
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