miércoles, 28 de noviembre de 2007

Chávez y las mentiras


Por: Pablo M Fernández Alarcón
Publicado en Rebelión. Nov. 28/2007

La mentira es siempre, como objeto de estudio, mucho más interesante que la verdad. La verdad sólo nos dice apenas lo que se cree como cierto. La mentira, en cambio, nos explica lo que al mentiroso le gustaría que realmente fuera.

La actual demonización de Chávez, y con él de todo el proceso político venezolano, está rodeada de mentiras, mentiras sutiles y groseras, mentiras piadosas y complejas, mentiras peligrosas o ingenuas. Mentiras y mentiras y mentiras a las que nadie quiere buscar explicación.

Las mentiras siempre son mucho más interesantes que las verdades. Porque las mentiras –especialmente cuando son muy burdas- siempre tienen algo detrás, algo que a menudo arroja una débil luz –tenebrosa pero suficiente- sobre la verdad que tratan de ocultar.

El mero repaso de la causa contra Chávez tanto a través de los sesudos editoriales de los periódicos más serios como de los más ligeros comentarios de foros y tertulias deja resultados sorprendentes.

El primero de ellos tiene que ver con la oposición interna en Venezuela, es decir, la crítica de la minoría venezolana a su gobierno. Esta crítica de la oposición se basa sorprendentemente casi de forma exclusiva en una cuestión racial. Haga la prueba quien lo dude... resulta muy difícil encontrar críticas internas al gobierno venezolano que no incluyan el insulto racial. No está en general la oposición venezolana ocupada en sutilezas jurídicas sobre legitimidades, constitucionalismos ni políticas sociales. La cosa está más por aquello de “al mono de Miraflores hay que darle bala”. Es como si entrar a discutir cuestiones legales, logros sociales o legitimidades de gobierno fuera colocarse a las puertas de la traición a la causa de la raza criolla (no sé, también pudiera ser por la cantidad de cosas que, ahora se me ocurre, tendrían que callar).

A primera vista no es ese el tono en España. Aquí hasta hace poco la acusación era de populista. Una desconfianza como de olfato, como de asquito burgués. Populista es, según la Real Academia de la Lengua, “perteneciente o relativo al pueblo” lo que a lo peor entronca más de lo que parece con el planteamiento anterior. Nadie en esa acusación era capaz de concretar exactamente qué significado peyorativo tenía eso de ser “perteneciente o relativo al pueblo” pero yo creo que era más bien una derivación estética egocéntrica y etnocéntrica: No nos gustan las formas latinoamericanas, qué le vamos a hacer. Nosotros somos europeos, sensatos y moderados. Es verdad que, comparados con la población mundial, chillamos como berracos sin distinción de clase o ideología y que –con muy poquito más de distinción- nos encanta ver la mala educación autoritaria y ejecutiva resolviendo las cosas a gritos y por las bravas. Ya lo dice el anuncio, “aquí se vive como se bebe”. Tal vez eso pueda explicar el regocijo íntimo popular ante tan diplomática cagada como la producida por Su Majestad al socaire de los más íntimos intereses que lo sustentan.

Pues, en efecto, ahora las cosas han cambiado. Se palpa en los editoriales, Chávez ha dejado de ser un payaso, ahora es un peligro. Se han abierto en España nuevas acusaciones en la programada demonización del chavismo. Y por la uniformidad de tanta labilidad argumental –la estupidez es infinita, es verdad, pero no se le puede negar su carácter florido y variopinto- esto parece tener que ver con el hecho de que la libertad de expresión en España se haya convertido en el exclusivo derecho a mentir de los medios con grandes ingresos publicitarios, para quienes las escasa multas siempre son rentables. Mentir se ha convertido en este país en un lujo al alcance de los grandes medios. El precio de la mentira es el exacto para no desanimar a los medios ricos de ejercer tan acreditado ministerio y, eso sí, prohibir a los pobres combatirlo. Todo se puede decir menos la verdad.

Sin ir más lejos el otro día condenaron a un cantante por decir que Su Majestad era un parásito. Le condenaron a pagar la cantidad justa para arruinarlo, una cantidad lo suficientemente razonable –no obstante- como para que si, por improbable ventura, le fuera aplicada a Don Miguel Ángel Rodríguez –portavoz del Gobierno en tiempos de Aznar- por mentir cuando ese mismo día dijo, así como de paso, en una televisión privada española que Daniel Ortega era un “dictador”, pudiera pagarla sin despeinarse (ya sólo nos indigna lo estrambótico, decir que Daniel Ortega es un dictador... Acusar de dictadores a los que gobiernan tras ganar las elecciones nos parece injusto, pero ¿qué nos parece entonces llamar dictador a quienes como Ortega dejan de gobernar tras perderlas?).

Es en este campo de juego trucado donde resulta realmente interesante comprobar cómo se han abierto paso algunas mentiras que no por groseras dejan de ser repetidas en una variable pero siempre divertida ambigüedad.

La mejor es la de la intención de Hugo Chávez de “perpetuarse indefinidamente en el poder” que postula la reforma constitucional en Venezuela. Nadie dice que dicha reforma constitucional hace igual el sistema de elección de la presidencia del gobierno al que existe en España. Sólo para la presidencia del gobierno, claro, porque para la Jefatura de Estado en Venezuela seguirá siendo un cargo electivo –no como en España que es por sexo y nacimiento- y los cargos ejecutivos de menos rango seguirán siendo limitados –que hay que ver lo bien que nos vendría en nuestro rancio poder local una cosa así-.

¿Por qué se miente? Ante tanto interés manipulador ¿no resulta extraño en un país tan suspicaz como el nuestro que nadie esté interesado en la respuesta?

Parece claro que la reconciliación racial no resulta fácil en Venezuela, allí resulta imperdonable -a los que tienen el poder nuestro de cada día- dejar que cuatro desarrapados mestizos buhoneros se arroguen el derecho de tener peso político, pero ¿qué le ha hecho Chávez a los españoles? Lo preocupante de la manipulación contra Chávez es que una gran parte de la izquierda social española parece haber sido arrastrada hacia la crítica más burda y falaz.

Si uno lo observa con cierto detalle, parece que el núcleo de la acusación de la sociedad bienpensante española se centra en el talante autoritario de Hugo Chávez que contagiaría todo el proceso venezolano: Chávez cierra televisiones, acosa policialmente a la oposición, manda a policías enmascarados a asesinar jóvenes... En suma, Chávez es tan sólo un dictador esencial que circunstancialmente gana elecciones.

Yo mismo he tenido que oír en privado a algún que otro mamporrero sindical español tildar a Chávez de fascista acogiéndose a la definición del diccionario que lo iguala a autoritario. Y no puedo evitar preguntarme qué dirían algunos de estos progresistas que ahora han descubierto en los Presupuestos Generales del Estado la lealtad monárquica si en Venezuela se condenara a dos dibujantes por presentar a Chávez en una posición obscena, qué cánticos no se darían en los editoriales más independientes de la mañana a la libertad de expresión. Por no hablar de que se hubieran cerrado periódicos y radios en rápidos procesos judiciales –con regalo de docena de huevos al ministro del interior de turno- como ha ocurrido en España sin que nadie se despeine. Como nadie se despeinó –tampoco el Tribunal Constitucional- cuando se prohibió un partido político por su vinculación política -no penal- con el terrorismo.

En suma ¡Qué no dirían los comentaristas españoles si en Venezuela se atrevieran a hacer lo que con tanta naturalidad se hace en España! (Y eso sin ponernos amarillos... Porque ¿se imaginan los editoriales si un soldado venezolano hubiera matado a un chico de dieciséis años por intentar ir a una manifestación en defensa de los derechos de los extranjeros? ¿Qué responsabilidad directa no tendría el propio Chávez?).

Es verdad que para estos compatriotas nuestros del Progreso y la Democracia nacional los extranjeros no son siempre empresarios y es verdad también que para ellos el golpismo no es terrorismo. Es verdad, básicamente, que para estos compañeros de viaje del neoconservadurismo más militante -y militar- lo único que no se puede hacer en el sistema legal español es decir impunemente la verdad.

Se puede mentir, eso sí, como también lo hizo un representante de empresarios anónimos en una entrada intempestiva en directo en un reciente debate de TV afirmando –contra lo expresamente escrito- que la nueva Constitución abolía la propiedad privada (mientras chillaba como un poseso advirtiéndonos: ¡Son comunistas!) .

Era un empresario anónimo, pero, eso sí, español. Y sólo por ello ya tenía derecho a decir lo que quisiera en TV sin ni siquiera identificarse. Ya decía André Malraux que las empresas, cuando ven peligrar sus intereses, sienten “una conciencia intensa de la nación a la cual pertenecen”. Mucho mayor que a la hora de pagar impuestos.

Pero lo que de verdad no deja de alucinarme en la ciudadanía española –tan castigada en efecto por esos monstruos financieros engordados con su sacrificio- es que de pronto hayan descubierto en el fondo de su corazón una conciencia política feudal que les hace gozar en riguroso diferido de los éxitos de sus empresarios. Yo suponía que no había que ser un fanático radical de izquierdas de esos que creen en la Declaración de los Derechos del Hombre para darse cuenta de que la actuación de dichas empresas en esos mundos de Dios sería aún más despiadada con sus trabajadores que en España y aún menos preocupada por sus consumidores. Si eso era posible, claro.

Pues no. Resulta que los ilustres ciudadanos de la nación que se honra en haber dado patria a todo un mister PESC han descubierto de pronto que las incontables –para ellos- plusvalías en millones de Euros que estas empresas obtienen plus ultra son de alguna manera carne de su carne. Y como tal las defienden mientras repasan los suplementos salmón donde cotizan los fondos de pensión que otros gestionan desde que ellos renunciaron a hacerlo.

Porque a lo mejor el arquitrabe de tanta estulticia es darse cuenta de que a veces las mentiras se cuentan no para creérselas sino sólo para repetirlas. Que, muy a menudo, las mentiras no tienen otra finalidad que la de dar una coartada a la conciencia y a la frustración. Mejor tonto que cobarde ¿no? Mejor que fascista, desde luego.

Y es entonces cuando cobra todo el sentido que lo único prohibido sea decir la verdad.

Pues la verdadera cuestión que aquí se dilucida es ¿de verdad nadie sabe entre los españoles de bien por qué Chávez tiene mala prensa? ¿De verdad nadie imagina lo que pasa cuando dejas de obedecer a las principales instituciones mundiales, no colaboras con los principales gobiernos mundiales, tienes petróleo y no dejas que lo administren las principales empresas mundiales?

O es que, simplemente, hay demasiada gente en España que en la oscuridad de su cuenta corriente piensa que Chávez se está gastando nuestro dinero en Venezuela –esas migajas vergonzantes tantas veces prometidas y tan pocas veces dadas- en dar educación, dignidad y justicia a su pueblo.

Y sólo porque en realidad el petróleo no era de Repsol, sino que era de los venezolanos…

Un verdadero populista. Un autoritario.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Sobre cómo derechizar a un izquierdista

Frei Betto
Alainet

Ser de izquierda es, desde que esa clasificación que surgió con la Revolución Francesa, optar por los pobres, indignarse ante la exclusión social, inconformarse con toda forma de injusticia o, como decía Bobbio, considerar una aberración la desigualdad social.

Ser de derechas es tolerar injusticias, considerar los imperativos del mercado por encima de los derechos humanos, encarar la pobreza como tacha incurable, creer que existen personas y pueblos intrínsecamente superiores a los demás.

Ser izquierdista --patologí­a diagnosticada por Lenin como la enfermedad infantil del comunismo- es quedar enfrentado al poder burgués hasta llegar a formar parte del mismo. El izquierdista es un fundamentalista en su propia causa. Encarna todos los esquemas religiosos propios de los fundamentalistas de la fe. Se llena la boca con dogmas y venera a un líder. Si el lí­der estornuda, él aplaude; si llora, él se entristece; si cambia de opinión, él rápidamente analiza la coyuntura para tratar de demostrar que en la actual correlación de fuerzas...¦ El izquierdista adora las categorí­as académicas de la izquierda, pero se iguala al General Figueiredo en un punto: no soporta el tufo del pueblo. Para él, el pueblo es ese sustantivo abstracto que sólo le parece concreto a la hora de acumular votos. Entonces el izquierdista se acerca a los pobres, no porque le preocupe su situación sino con el único propósito de acarrear votos para si­ o/y para su camarilla. Pasadas las elecciones, adiós que te vi y ¡hasta la contienda siguiente! Como el izquierdista no tiene principios, sino intereses, nada hay más fácil que derechizarlo. Déle un buen empleo. Pero que no sea trabajo, eso que obliga al común de los mortales a ganar el pan con sangre, sudor y lágrimas. Tiene que ser uno de esos empleos donde pagan buen salario y otorgan más derechos que deberes exigen. Sobre todo si se trata del ámbito público. Aunque podrí­a ser también en la iniciativa privada. Lo importante es que el izquierdista sienta que le corresponde un significativo aumento de su bolsa particular.

Así sucede cuando es elegido o nombrado para una función pública o asume un cargo de jefe en una empresa particular. De inmediato baja la guardia. No hace autocrítica. Sencillamente el olor del dinero, combinado con la función del poder, produce la irresistible alquimia capaz de hacer torcer el brazo al más retórico de los revolucionarios.

Buen salario, funciones de jefe, regalí­as, he ahí­ los ingredientes capaces de embriagar a un izquierdista en su itinerario rumbo a la derecha vergonzante, la que actúa como tal, pero sin asumirla. Después el izquierdista cambia de amistades y de caprichos. Cambia el aguardiente por el vino importado, la cerveza por el whisqui escocés, el apartamento por el condominio cerrado, las rondas en el bar por las recepciones y las fiestas suntuosas.

Si lo busca un compañero de los viejos tiempos, despista, no atiende, delega el caso en la secretaria, y con disimulo se queja de que lo molesten. Ahora todos sus pasos se mueven, con quirúrgica precisión, por la senda hacia el poder. Le encanta alternar con gente importante: empresarios, riquillos, latifundistas. Se hace querer con regalos y obsequios. Su mayor desgracia será volver a lo que era, desprovisto de halagos y carantoñas, ciudadano común en lucha por la sobrevivencia.

Adiós ideales, utopías, sueños! Viva el pragmatismo, la polí­tica de resultados, la connivencia, las triquiñuelas realizadas con mano experta (aunque sobre la marcha sucedan percances. En este caso el izquierdista cuenta con la rápida ayuda de sus pares: el silencio obsequioso, el hacer como que no sucedió nada, hoy por ti, mañana por mí.

Me acordé de esta caracterización porque, hace unos días, encontré en una reunión a un antiguo compañero de los movimientos populares, cómplice en la lucha contra la dictadura. Me preguntó si yo todaví­a andaba con esa gente de la periferia. Y pontificó: " fue estupidez que te hayas salido del gobierno. Allí­ hubieras podido hacer más por ese pueblo".

Me dieron ganas de rei­r delante de dicho compañero que antes hubiera hecho al Che Guevara sentirse un pequeño burgués, de tan grande como era su fervor revolucionario. Me contuve para no ser indelicado con dicho ridí­culo personaje, de cabellos engominados, traje fino, zapatos como para calzar ángeles. Sólo le respondí­: Me volví­ reaccionario, fiel a mis antiguos principios. Prefiero correr el riesgo de equivocarme con los pobres que tener la pretensión de acertar sin ellos.

http://www.alainet.org/active/20303
* Frei Betto es escritor, autor de “Calendario del Poder†, entre otros libros.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

El ataque de la prensa capitalista al movimiento popular panameño

Veo con cierta sorpresa el titular del diario La Prensa del día 14 de noviembre, que titula: “5 millones para el SUNTRACS”. Al entrar a leer el reporte en detalle, me percato, que este es otro capítulo más, de la larga serie de vergüenzas que enfrentan los medios de desinformación en Panamá.

La serie de artículos escritos contra el movimiento popular personificado en FRENADESO, están repletos de cálculos que parten de especulaciones, y de razonamientos que parten desde el punto de vista ideológico que tradicionalmente ha defendido ese diario, el punto de vista de la burguesía rancia de este país.

En estos momentos, FRENADESO, constituye uno de los puntales del único sector que es verdadera oposición política: la izquierda revolucionaria panameña. Los partidos de la burguesía que están en la oposición, representados en la asamblea y demás estamentos estatales, son simples papayos que repiten junto al gobierno, loas al sistema capitalista de producción, que mantiene en la opresión y miseria a nuestro pueblo.

El ataque va dirigido particularmente a SUNTRACS, fundándose en los recursos que maneja esta organización sindical, para su funcionamiento. En su entrega, no mencionan porque otras organizaciones no tienen toda la estructura a nivel nacional que tiene este sindicato, las publicaciones que desarrolla, las capacitaciones populares que lleva a cabo, la convención colectiva –una de las mejores de Latinoamérica- que tantos beneficios da a los trabajadores, que es producto de la combatividad revolucionaria de los mismos obreros y de la dirección inteligente y honesta de sus líderes.

Los recursos de SUNTRACS se dirigen fundamentalmente a la reivindicación de los derechos de los obreros de la construcción y a la mejora de sus condiciones de trabajo. Desde el espacio de FRENADESO, se lucha por concienciar a los sectores populares, que los socios de este diario se esfuerzan por mantener en la marginación y enajenación.

La burguesía se puede dedicar con toda calma -con la bendición de la prensa libre de nuestro país- a seguir reproduciendo las condiciones que mantienen el modelo injusto en que vivimos, la democracia de papelitos que niega la soberanía popular. Los miles de millones de dólares que expolian las clases dominantes a los trabajadores, no deben ser justificados y pueden ser tranquilamente utilizadas para el embrutecimiento y humillación colectiva.

Pero todo esto no debería sorprendernos, pues en una sociedad dividida en clases, todos sus estamentos integrantes responden a los intereses de una de esas clases.

Medios como ese diario, son autenticas empresas capitalistas, en su sostenimiento y funcionamiento, de ningún modo responden a un interés público o social. La falsa objetividad esta demostrada en cada una de sus páginas y ediciones, donde los planteamientos de la Derecha política nacional e internacional son tratados como verdad incuestionable y pulcra.

Esto nos demuestra una vez más, que parte de la lucha por la democratización de la economía y la política, también pasa –forzosamente- por la democratización de los medios de comunicación social, hoy en manos de los mismos que detentan el poder y sus socios.

martes, 13 de noviembre de 2007

Octubre


Cuando hay libertad y democracia cualquiera puede ser millonario, pero el mundo se divide, ya se ha dicho, en dos: tú (gilipollas) y yo (el espabilado)

Jon Odriozola -Periodista-
Publicado en Gara, 13 de noviembre de 2007

El 7 de noviembre (25 de octubre según el calendario occidental) se han cumplido 90 años de la nefasta Revolución rusa que, gracias a Dios y a la Virgen de Lourdes, pasó a mejor vida para permitir que algunos vivan como dios. Y todo por mor del advenimiento milagroso de la Democracia (ora pro nobis) a ese suelo eslavo tiranizado por la dictadura comunista que, al menor descuido, te robaba la cartera. Yo, Yon Odriozolovich, natural de Lutxanasburgo (antes Lutxanagrado), recién descubrí los textos de Ortega y Gasset y comprobé lo que siempre, quizá oscuramente, supe y sospeché, esto es: hay listos y tontos. Los primeros son (somos) la minoría y los segundos, es ley natural, unos pringaos. Hay minoría dirigente y mayoría obediente. Ortega no era un demócrata (más bien era un tipo aristocratizante), pero yo, por el bien de mi pueblo, sí lo soy. Desde que se vota en Rusia libremente, me hice millonario. Casi sin querer, oye, el talento quizá. Pero antes, con el totalitarismo soviético, imposible. No había ni quinielas ni lotería primitiva, que es la única forma que tenemos los pobres de salir de la miseria como pasa en los civilizados países occidentales. Porque ni ahorrar podemos los putos esclavos, digo los asalariados y, encima, contentos si el trabajo es fijo. Ya lo decía el impredecible Chumy Chúmez en un chiste gráfico en el que se veía una multitud con una pancarta que rezaba: «¡tenemos sed de justicia!». Y respondía la patronal: «Joer, qué gente, sólo piensan en beber!».

Tras la caída del absolutista régimen soviético, un centenar de empresarios, según la revista «Forbes» (que calibra quién es más ladrón), acumularon fortunas de hasta 136.000 millones de dólares, el equivalente al 32% del PIB. Como diría uno de Bilbao; «bah, eso no es dinero». Controlan el 50% de la economía y las 23 mayores empresas, que generan el 57% de la producción industrial. Y ello gracias a las privatizaciones de San Boris Yeltsin (que Dios guarde, y también al «croupier» Gorbachov), en los años 90. Somos ricos, pero no insolidarios. Damos trabajo. Por ejemplo, compramos Mercedes y Audis y jugamos a la ruleta para que no falte faena en los talleres y casinos. También miramos por el ocio de la clase obrera y compramos clubes de fútbol com el Chelsea de Abramovich o El Spartak de Moscú de Andrei Chervichenco (un patriota), que también quiere comprar el Leeds United. Cuando yo, Yon Odriozolovich, estuve en Londres, años ha, para saber a qué coño sabía el ginger-ale (prohibido en Rusia por ser una bebida «burguesa»), no había más que jeques árabes en Edgware Road (cerca de Marble Arch). Ahora los multimillonarios rusos los reemplazamos y brindamos en el Claridge y cenamos sushi en el Hyde Park. Y luego, sentimentales que somos, los domingos tomamos el vuelo nocturno de British Airways a Moscow (en inglés).

Nosostros no somos mafiosos: somos empresarios, gente de negocios, con ideas avanzadas. Jugamos al póquer y vamos a la Riviera francesa. Nuestros hijos van a estudiar a Eton o Millifield. La gente debe entender esto: cuando hay libertad y democracia, igualdad de oportunidades, cualquiera puede ser millonario, pero el mundo se divide, ya se ha dicho, en dos: tú (gilipollas) y yo (el espabilado). Ya lo dijo la sabia bruja Avería: ¡Viva el Mal, viva el Capital! Por eso, permitan esta licencia, con Stalin no había millonarios: porque no había «libertad» (para robar) ni democracia (para mentir).

lunes, 12 de noviembre de 2007

El valor de las ideas


Fidel Castro Ruz

El Valor de las ideas

Che era un hombre de ideas.

Con dolor profundo escucharía los discursos que desde posiciones tradicionales de izquierda se pronunciaron en la Cumbre Iberoamericana en Santiago de Chile.

Los de la derecha asumieron las posiciones igualmente tradicionales haciendo inteligentes concesiones a la supuesta izquierda.

Orgullo sentiría por los pronunciamientos de varios líderes, revolucionarios y valientes, con independencia de la poca o mucha experiencia política de cualquiera de ellos.

La experiencia es la madre de la ciencia y de las ideas.

De las batallas libradas por un puñado de combatientes cubanos en un fragmento de la Sierra Maestra contra fuerzas extraordinariamente superiores en número y en armas, elaboró el Che las ideas que después sintetizó en su libro La guerra de guerrillas.

La crítica de Chávez a Europa fue demoledora. La Europa que precisamente pretendió dar lecciones de rectoría en esa Cumbre Iberoamericana.

En las palabras de Daniel y Evo se escucharon las voces de Sandino y de las culturas milenarias de este hemisferio.

El discurso que en esa Cumbre pronunció el presidente de El Salvador provoca náuseas.

El capitalismo es un sistema regido por leyes ciegas, destructivas y tiránicas impuestas a la especie humana.

Dedicar la próxima Cumbre a la juventud latinoamericana es una mezcla indigerible de cinismo y de mentira para sembrar reflejos condicionados en la mente de los pueblos.

Noviembre 10 de 2007 6 y 02 p.m.

PUBLICADO EN LA JORNADA

jueves, 8 de noviembre de 2007

Cuento Ganador del Concurso de Cuentos Interuniversitario Roberto Jaen y Jaen 2007

LA HORA INDICADA

Sus pasos a cada mirada hacia atrás, se hacían más rápidos, con suspiro y ojos paranoicos, su malicia era necesaria para la supervivencia.

Marcos, estaba en un lío máximo, estaba sumergido en un complejo de situaciones, que a esta altura parecían insalvables. Al observar a la gente en la parada de buses, sólo se le ocurría maldecir por la pasividad de aquellas personas: algunos trabajadores con sus caras largas de cansancio, rostros que clamaban por una cena caliente y una cama; o aquellos otros –que parecían estudiantes como él- que disfrutaban de su despreocupación juvenil.

Al verlos, sus maldiciones eran réplica de una queja más profunda, que no había parado de repetirse… ¿habíamos hecho lo correcto?, ¿Valdrá la pena?

Las primeras gotas de lluvia, que presagiaban el temporal lo llevaron rápidamente a aquella noche, donde todo había empezado, cuando conoció a Raquel, hermosa… de mirada firme y sonrisa dulce, que con sus historias de Euskadi, había dado un rumbo a su indignación anárquica.

Se acercó a ella, atraído por su belleza natural: tez blanca, mediana estatura, su cabello castaño lacio rodeaba sus hombros, usaba gafas, que en nada disminuían la intensidad de sus ojos miel. Viajaba junto a un grupo de estudiantes europeos, que pasaron tres semanas inolvidables en su ciudad, no recordaba ahora el nombre de ninguno de los otros integrantes del grupo, sólo ella, y con ella, juntos, aprendieron de los misterios de la vida, del amor repentino e instintivo, aprendieron que la solidaridad es un sentimiento estéril como la rabia, sino se organiza y se instruye.

Ya habían pasado dos años desde la última vez que la había visto, sus labios contaron con la lluvia como ingrediente extraordinario para la despedida, por eso, esta lluvia, en estos momentos, era una reminiscencia de aquel instante tan especial.

Por estas mismas calles habían caminado, charlando de todo, él conociendo el mundo, ella conociendo un pueblo tan diferente al suyo, ahora, estas calles a los ojos de Marcos eran un laberinto en el cual, en cada esquina, acechaba un posible enemigo… las cosas no salieron como se planearon.

Al pasar frente a un almacén de electrodomésticos, vio en las vidrieras que su acto ya era conocido por todos, a través de la televisión nacional. Al no encontrar a su contacto en el lugar y hora programado, sabía que estaba sólo, también eso estaba en los planes.

En sus manos había estado el poder de la justicia, desde el momento en que con cautela consiguieron los materiales y con ternura sus dedos –que antes se habían entrelazado con los de Raquel- colocaron pieza por pieza, los elementos de aquella herramienta de luz, calor y venganza.

Marcos ahora era un fugitivo, ya estaba preparado para eso, aún así, el temor se filtró entre sus uñas, corrió por sus brazos hasta sus orejas y se posesionó de cada una de sus fibras nerviosas.

Repentinamente, trató de serenarse, recobrando conciencia de su acción… ya el señor ministro, había dejado de existir, como declaraban los noticieros horrorizados, había volado por los aires junto a la caricatura que representaba, de muerte repentina –no sufrió la agonía de los pobres que había dejado morir- llegó a su fin cuando el detonador marcó la hora indicada.

Se inauguraba la era de la hoguera y la antorcha, una era de luz y rebeldía, en la cual Marcos y su amor común, eran protagonistas circunstanciales de la historia.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Artículo de Armando Hart, recordando los 90 años de la Revolución Bolchevique. Publicado en Juventud Rebelde - Cuba

7 de Noviembre

Armando Hart Dávalos

Por: Armando Hart Dávalos

Correo: digital@jrebelde.cip.cu

07 de noviembre de 2007 00:00:40 GMT
La desaparición de la Unión Soviética en diciembre de 1991 no disminuyó, en modo alguno, el carácter trascendental de la Revolución que le dio vida hace ahora 90 años. Fue precisamente el 7 de noviembre de 1917 —correspondiente a octubre según el viejo calendario gregoriano— que los bolcheviques iniciaran la más grande revolución social del siglo XX.

Las heroicas jornadas de octubre —como las describió el periodista norteamericano John Reed— estremecieron al mundo. Se abrió una nueva época para la humanidad. Ningún hecho posterior puede opacar la grandeza de los bolcheviques rusos.

Tras el desenlace dramático del sistema soviético, para destacar el significado de aquellos sucesos y la validez de las ideas en nombre de las cuales se llevaron a cabo, se requiere un examen, desde la óptica del pensamiento de Marx y Lenin, de la muy compleja trama histórica que comenzó a gestarse entonces. Hasta hoy, los análisis han sido realizados, en lo fundamental, por los enemigos del socialismo y por los que han abandonado las ideas del marxismo, de forma fragmentada, parcial e incompleta. La historia, enfocada de esta manera, arroja resultados perjudiciales a las más nobles y justas aspiraciones de los explotados y de la humanidad en su conjunto.

Sobre el presupuesto real de que la interpretación marxista de la sociedad se transformó en un rígido esquema, se niegan las posibilidades de elaborar un análisis científico de la historia y, por ende, de las raíces del desastre.

Sin embargo, en el sentido más profundo de lo que ocurrió en 1917 hay una clave maestra para el análisis de la realidad de nuestros días. Desapareció la Unión Soviética, pero no las situaciones económicas y sociales que generaron aquel vasto movimiento de clases sociales y pueblos explotados.

En lo que se llamó Tercer Mundo e, incluso, en el seno de los países capitalistas desarrollados, está presente, en forma ampliada, la combinación explosiva que originó la revolución social de 1917; es decir: crecimiento económico burgués (anárquico por naturaleza), incremento progresivo de la pobreza e injusticia social y presencia de círculos intelectuales de alta cultura política y filosófica. Se están creando situaciones de hacinamiento que prefiguran conflictos sociales de extrema gravedad.

Con las modernas facilidades de comunicaciones y de relaciones sociales y humanas, los movimientos migratorios están complejizando tales problemas. Se desborda por todos los poros de la vida económica, social y política universal lo que caracterizamos como explosión del desorden que, incluso, ya está afectando, de manera creciente, la ecología y la atmósfera. Esta es la verdadera «postmodernidad».

Nadie nos puede inventar historias sobre lo sucedido. Las hemos vivido desde la perspectiva de la izquierda revolucionaria, antiimperialista y socialista, que es la forma más profunda de llegar a conclusiones sobre estos procesos. Y aún de esta manera no resulta sencillo hacerlo. Sin embargo, hay conclusiones que son bien evidentes.

•La primera, las hazañas de 1917 y de los años en que Lenin tuvo la conducción del proceso constituyen hitos de valor ejemplar e imperecedero en la lucha de los pueblos por la conquista de la libertad.

•La segunda, durante años y décadas, los comunistas y el pueblo de la URSS libraron batallas colosales y alcanzaron, en los campos económico, social, político, cultural y militar, avances prodigiosos. En relativamente corto tiempo histórico, convirtieron al empobrecido y explotado país que heredaron en una potencia mundial de primer orden.

•En tercer lugar, por diversas razones, el proceso se desvió de su ruta inicial, se produjo una grave descomposición y tuvieron lugar errores y horrores que la historia no puede pasar por alto. De esta circunstancia se aprovechó el enemigo para realizar su labor de zapa; pero sería atribuirle demasiado poder afirmar que la razón fundamental del desastre estuvo en la acción imperialista. Es evidente que la esencia de la tragedia se halla en factores internos del proceso soviético.

Lo ocurrido de 1985 hacia acá no es la causa, sino la consecuencia de males y problemas que Fidel y el Che habían denunciado, en la década de 1960, desde sólidas posiciones revolucionarias.

Se toma como base lo sucedido para argumentar contra las ideas de Marx y Lenin. Sobre semejante lógica simplista, podríamos negar el aporte a la cultura política universal de los enciclopedistas, porque se restauró la monarquía y Francia demoró largo tiempo antes de establecer un sistema republicano estable. Se podría, en tal caso, achacarle la Inquisición a Cristo y al cristianismo.

Le atribuyen al ideal socialista los errores y crímenes cometidos, como si tales males le fueran inherentes y no hubieran estado presentes en la historia anterior y posterior al socialismo. Cabe decir que no debían producirse en el socialismo. Precisamente por estas razones quebró lo que llamaron «socialismo real». Se produjo una subestimación de los factores de carácter subjetivo que limitó el desarrollo teórico del pensamiento revolucionario y lesionó la práctica socialista. Como advirtió la Revolución Cubana, tales factores subjetivos tienen mucha más importancia que la concebida por la interpretación marxista predominante en las últimas décadas. Se ha confirmado que no hay socialismo sin una elevada eticidad.

Los cubanos asumimos los descubrimientos científicos, económicos y sociales de Carlos Marx desde la cultura espiritual y ética de nuestra América. Nos guiamos por el pensamiento de Marx, porque sus aportes culturales y científicos y su sentido humanista universal, punto de partida de la ética socialista, nos sirvieron para interpretar la historia humana, nos brindaron claridad en el estudio de la evolución económica y social de Cuba y de América Latina, nos dieron los métodos de análisis histórico para confirmar científicamente la raíz popular de nuestro patriotismo, nos enseñaron que la contradicción entre ricos y pobres era —en última instancia— la causa de fondo de la tragedia social, y de hecho nos mostraron que la lucha revolucionaria por vencer las desigualdades socioeconómicas es fundamento y raíz de una ética que pretenda tener valor universal.

Desde la década de los años 20 y por influencias de la Revolución de Octubre, el inmenso legado de Marx y Lenin comenzó a articularse, en la cultura política de nuestro país, con el pensamiento universal y antiimperialista de José Martí. Fueron las corrientes socialistas y antiimperialistas, que ejemplificamos en Julio Antonio Mella, las que lo rescataron de la subestimación en que se le tenía y mostraron el filo revolucionario del pensamiento martiano. No vamos a renunciar a este legado. Hacerlo sería, además de una traición, una expresión de incultura y de falta de realismo político. Lo necesitamos para estudiar y abordar nuestras realidades de hoy y de mañana.

El 7 de noviembre de 1917 se conjugó lo más alto de la intelectualidad política europea con el espíritu revolucionario de la clase obrera rusa y la lucha de los campesinos por la tierra y sus derechos. De lo sucedido con posterioridad a la muerte de Lenin hay otra lección que extraer:

Para defender los intereses de las masas trabajadoras y explotadas, debemos exaltar la historia de la cultura humana, desde la más remota antigüedad hasta este fin de milenio, sin traumas ni «ismos» ideologizantes, que desde los tiempos del mítico Prometeo encadenado, descubridor del fuego, vienen imponiéndole freno, de forma dramáticamente recurrente, a la imaginación, la inteligencia, la ternura y al espíritu solidario y asociativo que se halla potencialmente vivo en la conciencia humana.

Las ideas y principios de los forjadores trascienden por encima de coyunturas. Desde Cristo y Espartaco hasta Marx y Lenin, hay una historia de retrocesos y avances; pero ha quedado en pie, erguida, la imagen de los grandes forjadores de

ideas redentoras. Entre ellos están Lenin y los bolcheviques rusos de 1917.

Mientras haya humanidad, vivirán en el recuerdo agradecido de los combatientes por la libertad.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Amor a la Patria


¿Vale la pena cuestionarse que es la Patria? Definitivamente, en un mundo como el nuestro cada vez que se cuestiona algo, sobre la cascarita superficial empezarán a brotar muchas verdades.

Vivimos en el mundo de la inercia, donde lo damos todo por dado, en el cual no importa la esencia de nada, sólo culminar la rutina diaria, celebrar las fiestas que dicen que celebremos, “respetar” los duelos oficiales y vivir tal y como nos dicen que debe ser. En este marco, la Patria es lo que dicen los manuales de ética, es la tierra donde nacimos o vivimos, es los símbolos que la representan, son sus autoridades y uno que otro, sin profundizar en el asunto, dice que la patria somos todos.

En resumidas cuentas, la Patria –al igual que Dios y prójimo- asume un concepto muy cercano a la abstracción y a la metafísica. Así, resulta muy fácil para las autoridades decir que aman a la Patria, aunque repriman y exploten al pueblo, por que separan uno de otro.

Decía José Martí que “Patria es Humanidad”, por una parte indicando el gran sueño de la extinción de las fronteras artificiales, y por otro, la concepción de que la Patria no es un ente abstracto, la Patria es todo aquel hombre, mujer, niño o niña que habita nuestra tierra. Visto así, la Patria tiene rostro, dignidad y sobre todo un Pueblo, que es el sujeto y la razón de ser de esa Patria.

Entendiéndolo así, la Patria que tenemos hoy los panameños, esta vedada para la inmensa mayoría que no ocupamos las cúpulas empresariales o politiqueras y para los cientos de miles de ciudadanos que sufrimos la violencia capitalista, necesidades, hambre, pobreza, marginación y miseria.

Conociendo los pormenores del discurso oficial, debemos romper la parafernalia que enceguece las meditaciones más elementales. La Patria no puede seguir siendo el negocio de unos pocos, no puede seguir siendo sólo canciones o pretexto de mercenarios.

Su sangre, debe refundarla, dirigida por y para todos, sólo se ama a la Patria, luchando por una para el Pueblo.

-Luis Calvo Rodríguez

jueves, 1 de noviembre de 2007

Los Dobermans atacan a Bernal

Un ejemplo de lo "progresista" que fue la tiranía de Torrijos el viejo (1968-1981).
El caso Bernal.

Vídeo del Programa La Cascara, Panamá