jueves, 30 de abril de 2009

El genocidio contra los "mamertos".


José Manuel Martín Meden*

Vamos ganando pero la culebra todavía esta viva. 
Álvaro Uribe 

Jacobo Arenas, histórico comandante de las FARC, iba a ser el candidato presidencial de la Unión Patriótica pero los insurgentes detectaron a tiempo los planes para asesinarlo y lo sustituyó el abogado Jaime Pardo Leal. El 11 de octubre de 1987, cuando regresaba con su esposa por carretera a Bogotá, lo mataron los disparos que le hicieron desde un coche que parecía que les iba a adelantar. El senador liberal Luis Carlos Galán, como presagiando su futuro de víctima también del terrorismo de Estado, dijo que si ahora han ordenado el asesinato de quienes han buscado vías políticas para superar la lucha armada, mañana extenderán su monstruosa conspiración contra las fuerzas políticas y los sectores sociales que se opongan a sus fines (1).

En el entierro de Jaime Pardo Leal, la multitud que ocupó el centro de Bogotá gritaba ¡si señor, cómo no, el gobierno lo mató!

No hay en todo el mundo una masacre comparable. Más de 4.000 asesinatos durante 25 años (200 en el doble periodo presidencial de Álvaro Uribe) y bajo la apariencia de una democracia convencional. Con una impunidad escalofriante, impuesta por los gobiernos y las Fuerzas Armadas y consentida por la justicia y los medios de comunicación. Y con la indiferencia de la mayoría de los colombianos. El aniquilamiento de la Unión Patriótica es el mejor ejemplo para quienes insisten en la necesidad de ampliar la definición del crimen de genocidio: que a la destrucción de un grupo de carácter nacional, étnico, racial o religioso se añada el ataque sistemático contra un grupo político. Asesinaron y continúan persiguiendo a dos candidatos presidenciales, a los dirigentes, a los militantes, a los familiares, los amigos, los simpatizantes e incluso su entorno social. En cualquier negociación, las FARC siempre recordarán que el sistema político colombiano desencadenó una matanza cuando los insurgentes pusieron a prueba las condiciones de participación política con un partido legal. En 1984, las FARC pactaron con el gobierno del presidente Belisario Betancur los Acuerdos de la Uribe: un suave programa de democratización con promesas de seguridad para la reinserción electoral de los insurgentes (2).

El nacimiento de la Unión Patriótica -explicaba Raúl Reyes antes de que lo bombardearan en territorio ecuatoriano- fue una idea del Secretariado de las FARC, particularmente de Jacobo Arenas y Manuel Marulanda, quienes consideraban que de avanzar este proyecto los colombianos por fin tendrían a su alcance un grupo político pluralista en el que podían participar las distintas fuerzas sociales así como integrantes de todos los partidos, incluidos el Liberal y el Conservador (3). A la Unión Patriótica acudieron, además de los mamertos, muchos colombianos de muy variado origen político y social que creyeron en la posibilidad de un cambio pacífico.

Tremenda fue la sorpresa del poder político, económico y militar por la buena acogida electoral que provocó la posibilidad de acabar con la guerra mediante una apertura política para romper el rancio bipartidismo tradicional y democratizar el país.

Los caciques regionales se estremecieron al comprobar que la Unión Patriótica penetraba con muy buenos resultados en el nuevo escenario de participación que se abría con las primeras elecciones municipales.

El exterminio de la Unión Patriótica -denuncia Carlos Lozano- fue ejecutado por un entramado de militares, agentes de los servicios de inteligencia, narcotraficantes y paramilitares, aliados con ganaderos, latifundistas y caciques políticos regionales de los partidos tradicionales (4).

Iván Cepeda (5), del Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado, señala las características fundamentales del exterminio sistemático aplicado contra la Unión Patriótica: el aniquilamiento de un partido legal con absoluta impunidad en un sistema supuestamente democrático y durante un prolongado período de veinticinco años bajo seis gobiernos consecutivos.

El genocidio contra la Unión Patriótica se desarrolla en tres fases:

Ø La persecución intensiva (1984/1992) 
Se aplicaron planes de exterminio elaborados por los servicios secretos de las Fuerzas Armadas para asesinar a los líderes más destacados y destrozar simultáneamente las bases de la organización. 
Mataron en este periodo a los candidatos presidenciales Jaime Pardo Leal (1987) y Bernardo Jaramillo Osa (1990). 
En 1986, la Conferencia Episcopal, dirigida por el cardenal Alfonso López Trujillo, condenó las coaliciones electorales con la izquierda. 
En 1988,40 militantes de la Unión Patriótica fueron masacrados en la plaza mayor del municipio de Segovia, en el muy conservador departamento de Antioquia.

Ø El golpe de Gracia (1992/2002) 
En 1993, un equipo mixto compuesto por suboficiales del Ejército y paramilitares asesinó a Manuel Cepeda Vargas, el último parlamentario que le quedaba a la Unión Patriótica en el Congreso. La dirección del partido había denunciado al presidente Cesar Gaviria que las Fuerzas Armadas preparaban el atentado con una operación que denominaron precisamente Golpe de gracia. 
En 1996 tiene que exiliarse Aída Abella Esquivel, presidenta de la Unión Patriótica, después de que le dispararan con una bazuca en Bogotá. Se salvó gracias al blindaje de su automóvil. 
El 30 de septiembre del 2002 le cancelan al partido su registro como grupo legal. Al exterminio criminal se añadía la eliminación administrativa.

Ø Contra los supervivientes (2002/?) 
Continúa el acoso. Asesinan a los familiares de los asesinados y desaparecen a los familiares de los desaparecidos.

En uno de sus espacios de propaganda electoral, el candidato Álvaro Uribe incluyó un montaje miserable contra la Unión Patriótica: un campesino le dice a Uribe Señor presidente, yo pertenecía a la UP, me parecía un buen movimiento, pero nos fuimos torciendo: matar por matar, hacer daño a los demás, matar civiles, eso está mal hecho. Está bien que usted los esté combatiendo, por eso hoy día lo apoyamos a usted con todo lo que tenemos. Una alusión mentirosa y miserable pero también elocuente: ¡Uribe reconoce que sigue combatiendo contra lo que queda de la Unión Patriótica!

Como advierte Iván Cepeda, el genocidio contra la Unión Patriótica se ha convertido en uno de los factores más poderosos de la clausura de una salida política al conflicto armado en Colombia.

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Notas

(*) Mamerto: denominación despectiva que se aplica en Colombia a los comunistas.

(1) y (3) Simón Trinidad: el hombre de hierro - Jorge Enrique Botero - Debate - Bogotá (2008)

(2) Programa político de la Unión Patriótica: 
Ø Ampliar la democracia con garantías para la oposición. 
Protección de los derechos humanos. 
Reforma de la justicia. 
Acceso a los medios de comunicación. 
Ø Soberanía nacional. 
Protección para la industria colombiana. 
Recuperar el control sobre los recursos naturales. 
Ø Reforma agraria. 
Reforma fiscal. 
Inversiones de bienestar social. 
Ø Facilitar la organización, sindical, campesina e indígena. 
Ø Política internacional independiente.

(3) Qué, cómo y cuándo negociar con las FARC - Alfredo Rangel/Yezid Arteta/Carlos Lozano/Medófilo Medina 
Intermedio Editores - Bogotá (2008)

(4) Genocidio político: el caso de la Unión Patriótica en Colombia - Iván Cepeda Castro - Fundación Manuel Cepeda Vargas.

*NOTICIA PUBLICADA EN REBELIÓN.

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