jueves, 27 de agosto de 2009

Rebelión publica las obras completas de Marta Harnecker.

Al cumplirse 40 años de la primera edición de "Los conceptos elementales del materialismo histórico"
Rebelión publica las obras completas de Marta Harnecker: 82 libros que suman más de once mil páginas - BIBLIOGRAFÍA ÍNTEGRA AQUÍ

Durante los próximos meses, Rebelión publicará, dentro de un apartado especial abierto en la sección Libros Libres, todos los libros escritos por Marta Harnecker, desde el clásico Los conceptos elementales del materialismo histórico (publicado en 1969 y que ya alcanza las 66 ediciones con Siglo XXI) hasta sus últimos trabajos. A partir de mañana y cada tres días aparecerá en Rebelión un libro de Marta Harnecker, hasta completar los 82 que constituyen su obra completa y suman más de 11.000 páginas.

En esta bibliografía, los títulos se han ordenado usando como criterio la fecha de su primera edición y van ordenados desde el más antiguo hasta el más reciente. Cada título va seguido de una breve explicación de su contenido, datos editoriales y revisiones o ampliaciones sufridas. En algunos libros, ha habido reediciones que han implicado alteraciones del texto original o se ha agregado algún material. Esto se explica en la nota que acompaña a cada título.

PARA DESCARGAR BIBLIOGRAFÍA COMPLETA, HAGA CLICK AQUÍ.

martes, 18 de agosto de 2009

Chávez y Rosa de Monagas: ¡Un video que vale por mil palabras!

Me emocione casi hasta las lágrimas con escuchar a esta muchachita, no sólo porque ella expresa lo que nunca veo en l@s chaval@s de su edad, sino por la fortaleza y la profundidad de sus palabras.

Pero lo que más me impacto fue su humildad, ¡coño!, no se dejó poner en el pedestal, aunque fuese su presidente el que lo hacía y siempre por encima del "yo", estuvieron primero los compañeros, los estudiantes, la patria y el pueblo.

Que lindo ejemplo, para tod@s.

jueves, 13 de agosto de 2009

Objetivos de las Reformas Educativas

Es un mal crónico, un reclamo en cada esquina del país, las falencias de nuestra educación pública son objeto de debates televisivos, radiales y hace poco, fueron blanco también de las promesas electorales.

Cualquier propuesta debe contar con la participación de los principales actores de la vida político social panameña, no sólo con los convidados de siempre –gremios empresariales y educativos- sino que también debe incluir la participación de las organizaciones sociales y de trabajadores, quienes son los padres y madres de los estudiantes que asisten a los centros de educación pública.

La educación -al igual que otros elementos de la sociedad- está influenciada por concepciones ideológicas, que al mismo tiempo reproduce. En Panamá está orientación ideológica ha sido dirigida a promover el individualismo, la competencia, el tecnicismo, por lo tanto, en desmedro de los intereses de la colectividad o valores como la solidaridad y el humanismo.

Mucho se ha hablado sobre la educación, sobre cómo resolver problemas tan enraizados en el propio sistema y creo que la solución pasa por plantearnos soluciones radicales –yendo a la raíz- sino, después del primer impulso retornaremos, en el mejor de los casos, a sólo pintar y arreglar techos en las escuelas.

Dos importantes puntos a abordar son el cambio de evaluación y de jornada. Por una parte, las diferencias entre la evaluación de secundaria y la evaluación de universidad, no tienen ninguna justificación, más que promover la mediocridad.

Mientras que en secundaria se aprueba con la mitad más uno, en la universidad el mínimo requerido es de setenta y un porciento, lo cual es una brecha demasiado grande.

Por otra parte, la jornada de clases recibida por los estudiantes de las instituciones públicas, son más cortas que las recibidas en instituciones privadas, lo cual es una desventaja para los primeros, dificultando los tiempos de aprendizaje y evaluación necesarios.

Se deben construir nuevas escuelas y colegios, que permitan la ampliación del horario de clases y la reducción de la cantidad de estudiantes por aula, a aproximadamente veinte estudiantes, lo cual facilitaría las labores docentes.

A estos puntos podríamos agregar los necesarios cambios en los planes de estudio, los cuales van desde la reforma a los temarios, pasando por reafirmar el carácter laico de la educación panameña, hasta el cambio de los períodos educativos a trimestres o semestres, que darían una mayor continuidad al proceso educativo.

La educación pública hasta el momento sólo ha servido como cantera que crea y facilita mano de obra barata y dócil al capital privado, el objetivo de las reformas a la educación pasa por medidas que cambien este panorama y que permitan la construcción de un sistema educativo, que fomente la formación de ciudadanos plenamente consientes de sus deberes y derechos, con capacidades básicas en las áreas científicas y técnicas, sin descuidar el humanismo y las ciencias sociales, que en definitiva hacen a un ser humano completo.

-LCR

Publicado en Kaos en la Red

Publicado en el Diario "La Estrella de Panamá."

lunes, 3 de agosto de 2009

¿Socialdemocracia o socialismo?

Suelen confundirse ambos términos desde que la experiencia neozarista del socialismo real soviético permitió a los socialdemócratas reclamar para sí en monopolio el verdadero socialismo. Para que no se le confundiera con el comunismo totalitario, se le añadió el adjetivo democrático. Pero ¿es la misma cosa el socialismo democrático que la socialdemocracia?, ¿una democracia social equivale a una democracia socialista? Desde el siglo XIX, la lucha del movimiento obrero obligó a las fuerzas conservadoras a aceptar el sufragio universal y a intentar algunas tímidas mejoras sociales. Con el tiempo, las derechas llegaron a presumir de que también ellas eran demócratas y partidarias del bienestar social de los ciudadanos. En Cataluña, sin ir más lejos, la derecha nacionalista de Jordi Pujol se presentó a las primeras elecciones democráticas (1977) con un programa socialdemócrata. Cuando le conviene a su sucesor, Artur Mas, aparecer con tal signo, se olvida de cuando se presentaba como liberal-conservador. También el partido democristiano del señor Duran i Lleida se llama ahora socialcristiano, pese a su defensa del capitalismo.

En fin, Aznar hizo creer a los votantes en 1996 que estaba más a la izquierda que el PSOE, y así engañó a la gente que le creyó de centro. Por todo eso se ha impuesto el tópico de que la izquierda apenas se diferencia de una derecha moderna. ¿Serán los socialistas, por un casual, la mano izquierda del capitalismo en el doble sentido de la palabra: su diplomacia dialogante y su apagafuegos en los momentos críticos para el sistema? Tras los estragos de la II Guerra Mundial, la población europea necesitaba como nunca una política social avanzada y votó que gobernara la izquierda. El capital lo consideró tan inevitable como útil. Con una URSS amenazante y dos poderosos partidos comunistas en Italia y Francia, había que apartar al pueblo trabajador de la tentación revolucionaria. Por seguridad nacional y por confundir el capitalismo depredador con la libertad de empresa y de mercado, el labour británico y sus colegas continentales reconciliaron a la ciudadanía con el capital mediante un cierto bienestar y a costa de los países pobres.

Con los años, la socialdemocracia se convirtió en la mano izquierda del sistema, practicó el neocoloniaje y demonizó al comunismo. ¿Qué fue de la democracia socialista propugnada por su fundador? Marx nunca fue comunista; reconoció no saber cómo sería el socialismo futuro; recomendó reformas que hoy nos parecerían superadas por la realidad. Pero la base de su análisis es inequívocamente anticapitalista. Si la socialdemocracia del provenir dejara de combatir el régimen imperante, no podría llamarse a sí misma, no ya marxista (Marx decía no serlo), sino socialista. Tal adjetivo sólo correspondía a quien, por impulso democrático, hiciera desaparecer el capitalismo del Planeta. Todo lo contrario, pues, de una socialdemocracia que, so pretexto de darle paliativos a un régimen agonizante, acabara reanimándolo y prolongando su turbia vida.

Fue el renegado Karl Kautsky (como lo llamó Lenin) quien, como marxista, formuló el criterio, ambiguo pero certero, para juzgar una posible rendición de la izquierda. Cuando se haya logrado que la mayoría social anticapitalista alcance la mayoría política, habrá que proceder a la revolución de la mayoría, consistente en emprender unas reformas del sistema que acaben con él, no que lo fortifiquen. Nada de paliativos. Eutanasia pura y simple, si bien con todos los requisitos legales. Este es el criterio (¿quién lo diría?) recogido en el artículo 9.2 de nuestra Constitución. En él se hace responsables a todos los poderes públicos de la remoción de cuantos obstáculos impidan que la libertad y la igualdad de las personas y sus colectivos sean reales y efectivas. Es decir, desmontar el tinglado de la vieja farsa democrática del capitalismo. Dicho texto casi nadie se lo ha tomado en serio.

Excepcional fue el discurso ante las Cortes del socialista catalán Joan Reventós al calificar la norma constitucional de auténtica base legitimadora de un tránsito del capitalismo al socialismo. Aunque Marx no extendía recetas para enfermedades venideras, su ideal era la Commune (Ayuntamiento) parisina de 1871: autogobierno popular local, autogestión obrera y propiedad social (nunca estatal); algo que sólo lo intentó la revolución yugoslava entre los años 50 y 60 del pasado siglo.

Al caer el imperio moscovita, la derecha creyó innecesario seguir teniendo mano izquierda con el nuevo proletariado, ya inducido del todo al consumo a crédito. La socialdemocracia fue acusada, por si acaso, de “comunismo rosa” para desprestigiar una hipotética democracia socialista. La Realpolitik de los Mitterand, et alii, no hizo nada que justificase aquella interesada falsedad. Las derechas volvieron a gobernar por el desencanto de unas masas que seguían confundiendo en el socialismo las reformas paliativas con las eutanásicas. ¿Para qué votar a la izquierda si la derecha le ha arrebatado de las manos los trastos de torear?

Una y otra, por mucho que se distingan en cuestiones democráticas muy importantes, no dejarían de ser las dos manos de un coloso al cual, en su injusta irracionalidad bien demostrada, no se le hacen los dedos huéspedes en su mano derecha porque le hayan recortado los de la izquierda. Todo lo contrario. Debiera acabar, por tanto, la confusión. Ni la socialdemocracia es el socialismo ni un socialismo retórico es ya una democracia socialista. De momento y hasta tiempos mejores, la única palabra que no confunde ni engaña es la palabra anticapitalismo.

José A. González Casanova es Catedrático de Derecho Constitucional y escritor

http://blogs.publico.es/dominiopublico/1450/%C2%BFsocialdemocracia-o-socialismo/