Por: Diana Morán, poeta y revolucionaria panameña.
Nosotros
los rompebarcos de la marinada
tirapiedras fecundos
antes de que un pedazo de sandía
perturbara
los plácidos kilómetros de los ojos
azules.
Nosotros
la botella de lágrimas rabiosas
contra toda fecha
de la letra perpetua renovada.
Nosotros los legendarios quiebravidrios
negafirmas contagiosos gritabarcos
con nuestra siembra de banderas
en el despertar de todas las mañanas.
Nosotros
sí
los prohibidos
los malditos apagados prendidos
desde no sé que consigna
del Prestán amotinado.
Nosotros
malditos
malditísimos despojados de la
Patria.
Nosotros
cuando el gallo de Pascua
despunte el sol del mediodía
dos mil veces ascarios aragones
prestanes palominos
construiremos la casa de los sueños
con la moneda propia de su mapa.
No es la moda de llamarnos tercos
sino el instinto de conservar
el nosotros de la sangre y del esperma.
No es el querer ser tercos de remate
con un golpe gastado dominio
semántico.
En este desafío de relojes
entre el supermán que se roba las
galaxias
y el despegue endeudado de las
pulgas.
Tenemos que ser tercos:
tercos de dulzura
tercos en la cárcel
en la muerte tercos
tercos y más tercos
en la firma
tercos
terquísimos
para pasar por el ojo del camello
y recobrar la cintura de las aguas.