sábado, 30 de abril de 2011

El Primer Secretario

Fernando Ravsberg

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Explicar lo que sucede en Cuba fue siempre complejo pero con Raúl Castro en la presidencia resulta aún más difícil. Es un hombre discreto, de discursos cortos y largos silencios, que juega tras bambalinas y mueve fichas sin ruido ni fanfarria.


Los medios de comunicación nacionales le "colaboran", guardan silencio sobre muchos de los cambios y los ciudadanos se enteran por rumores de que ya pueden navegar en Internet y también navegar por la mar.

Sin embargo, en el Congreso descalificó a la prensa, la llamó triunfalista, estridente, formal, aburrida y superficial. Eduardo Galeano ya había observado que a Cuba le sobra gente que la alabe pero anda siempre escasa de voces que la sepan defender.

Castro repite una y otra vez que necesita un periodismo diferente, menos aplaudidor y más inteligente, con audacia para tocar llagas y el valor de asumir las consecuencias. Imprescindible para enfrentar a Washington en el ciberespacio.

En tanto, la reforma avanza en silencio, meditando donde apoyará el pie para dar el próximo paso. Quienes la impulsan son personas sin tiempo vital para corregir nuevos errores. Raúl Castro reconoce que el VI fue el último Congreso en el que participa su generación.

Los países occidentales parecen defraudados porque el general-presidente de Cuba insiste en que continuará con el socialismo y anuncia que no permitirá las actividades de los opositores que propugnan el regreso al capitalismo.

Se preguntan por qué Castro pretende refundar el socialismo después de tantos fracasos económicos. Tal vez sea por lo mismo que Roosevelt continuó apostando por la economía de mercado en medio la crisis económica de 1929.

Los hombres responden a sus creencias y el presidente de Cuba es comunista desde su adolescencia, antes incluso que Fidel. De hecho, él y el Che fueron quienes más presión ejercieron para convertir la isla en una nación socialista.

Los que quieran entender a "la Cuba que viene" tendrán que aprender a conocerlo, estudiarlo, escucharlo detenidamente, incluso en los momentos en que se sale del discurso oficial, que siempre trae por escrito.

Ninguna ecuación debería obviar la relación que lo une, desde la infancia, a su hermano, los años de joven comunista, los viajes a países socialistas, la meticulosa y eficiente organización del II Frente, y la construcción de las Fuerzas Armadas (FAR).

Convirtió una guerrilla campesina en una fuerza militar capaz de enfrentar a Sudáfrica pero cuyo mayor merito fue la fidelidad a las instituciones políticas. Es uno de los pocos ejércitos en Latinoamérica que nunca participó en golpes de Estado.

Cuando se quedó sin presupuesto, el general desarrolló su visión económica, utilizando técnicas capitalistas creó el sistema empresarial más exitoso que ha tenido la Cuba revolucionaria y logró autofinanciar las FAR.

Su formación marxista le permite percibir las diferencias entre el modelo leninista original y el estalinismo. En el Congreso se salió del guión para decir que Cuba no debía copiar lo hecho en la URSS después de la muerte de Lenin.

Propone construir un socialismo autóctono pero sin reinventar el fuego. Estudiaron a los países socialistas económicamente exitosos y finalmente optaron por el modelo vietnamita, al que consideran más cercano política y culturalmente.

Envió un ejército de especialistas para recoger todo lo que pueda usarse en Cuba de la experiencia de ese país asiático y no acepta síntesis, exige informes completos que reflejen la realidad, aun cuando esta lo pueda contrariar.

Como militar sabe jugar en equipo y también delegar tareas. Apuesta por las instituciones más que por líderes y confía en los mecanismos por encima de la inspiración. Cuando necesita cuadros no busca personajes carismáticos, crea canteras.

Si exceptuamos a los 9 "históricos" del Buró Político, el nuevo Comité Central se convierte en una cantera de dirigentes jóvenes, la mitad mujeres, un tercio de negros y solo 15 militares, lo cual hace pensar que en el futuro el papel político del las FAR será menor.

Los generales del Buró no parecen estar ahí por sus "estrellas" sino por los humildes uniformes guerrilleros que vistieron en su juventud, cuando establecieron entre sí poderosos lazos de confianza, como ocurre entre quienes arriesgan juntos la vida.

Todos son obsesivos respecto a la "unidad", pertenecen a una generación convencida de que perdieron independencia en el siglo XIX a causa de la división interna. Y creen que EE.UU. aprovechará la más mínima brecha para dominar a la nación.

Tal vez por eso el general avanza creando consenso. En el 2007 habló de cambios y convocó un debate donde el pueblo mismo los pidió, logró entonces el apoyo de Fidel, unió después a los históricos, convenció al Partido sobre el nuevo rumbo y finalmente le entregaron el timón.

Por delante le queda el reto de desmantelar una poderosa burocracia, hija legitima del modelo soviético. Raúl Castro advirtió que la enfrentaría y que esperaba ganar pero no especificó "como se van a librar los combates".

Sin embargo, días después el periódico del PCC daba una pista, publicaba una frase de Fidel Castro, en la que recomienda combatir el espíritu burocrático "sin tregua, de la misma manera que luchamos contra la delincuencia".

BBC Mundo























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