domingo, 27 de abril de 2008

Punto de encuentro

Los abrazos largos que buscan consuelo
de una tragedia decretada por nacimiento
dignidad y amor se alejan
con la cercanía de la muerte pasiva

Miradas, miradas aguerridas, tiernas,
libres, inteligentes
miradas que buscan en otras miradas
lo solidario que pueda tener la humanidad
que se pierde entre los muros, la luces
y las baratijas del consumo

Buscamos un mundo nuevo
que escurridizo y nebuloso
insiste en evitarnos
cada uno con su concepto
cada uno con su herramienta
honestos y sinceros hasta la radicalidad

Luz de todos, compañera
que brilla en tus ojos
en la barricada y la conciencia
que sigilosa alegre y estridente
golpea la mentira conveniente
a sus gendarmes y cantores
luz de todos que brilla en tus ojos
que quizás aún no he visto
que vibra en piedras, fusiles
y voluntades populares
amor, ternura, felicidad
de los pueblos

Hacia allá vamos
allá nos encontraremos.

Por: Luis Calvo Rodríguez.

miércoles, 23 de abril de 2008

10 Mandamientos para salvar la Tierra

April 21, 2008

Speaking at the United Nations today, Bolivian president Evo Morales proposed 10 commandments to save the planet, life and humanity

  1. Acabar con el sistema capitalista
    Putting an end to the capitalist system
  2. Renunciar a las guerras
    Renouncing wars
  3. Un mundo sin imperialismo ni colonialismo
    A world without imperialism or colonialism
  4. Derecho al agua
    Right to water
  5. Desarrollo de energías limpias
    Development of clean energies
  6. Respeto a la madre tierra
    Respect for Mother Earth
  7. Servicios básicos como derechos humanos
    Basic services such as human rights
  8. Combatir las desigualdades
    Fighting inequalities
  9. Promover la diversidad de culturas y economías
    Promoting diversity of cultures and economies
  10. Vivir bien, no vivir mejor a costa del otro
    Living well, not living better at the expense of others

(CLIMATE AND CAPITALISM: Thanks to Michael Lebowitz and Richard Fidler for translation assistance)

domingo, 20 de abril de 2008

Elecciones en Paraguay

Frei Betto
El próximo domingo, 20 de abril, los electores paraguayos irán a las urnas para elegir, en un solo turno, al nuevo presidente del país. Disputan la elección el ex obispo católico Fernando Lugo; Blanca Ovelar, del Partido Colorado; y el general Lino Oviedo, ex dirigente de este partido, acusado de participar en el asesinato, en 1999, del ex vice presidente Luis María Argaña (lo que le obligó a exiliarse cuatro años en Brasil).

Lugo, 57 años, lidera las encuestas electorales. Identificado con la Teología de la Liberación, insiste en señalar que su “opción preferencial por los pobres” no es política, sino pastoral. Sabe que representa una seria amenaza a la hegemonía del Partido Colorado, hace 60 años en el poder, inclusive a través de la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989).

Fernando Lugo vive en la piel la trágica historia reciente de su país. Su padre estuvo preso más de 20 veces. Tres de sus hermanos fueron torturados y expulsados de Paraguay. En 1983, también le expulsaron, debido a sermones considerados subversivos. Retornó en 1987. Ordenado obispo de San Pedro en 1994, renunció al ministerio episcopal y aceptó candidatizarse ante el llamado público suscrito por más de 100 mil electores.

Apoyado por la Alianza Patriótica para el Cambio, que reúne nueve partidos, y el Movimiento Tekojojá (Vida Compartida, articulación de movimientos populares), Lugo considera que sus principales adversarios son la corrupción, la pobreza y la ignorancia. “La manera más rápida de hacer fortuna en Paraguay es hacer política”, señala. Por ello, se teme un intento de fraude en la elección de domingo.

Con poco más de 6.5 millones de habitantes, y reservas de US$ 2.5 mil millones, Paraguay todavía depende de su economía agropecuaria, orientada a la exportación, sobre todo hacia Argentina y Brasil. Más del 50% de la población vive por debajo de la línea de pobreza, y 35% en la miseria absoluta.

El país, sin embargo, es rico en reservas de petróleo y recursos hídricos, y gran exportador (y no consumidor) de energía eléctrica, a través de las centrales hidroeléctricas de Itaipú y Yacyretá, construidas con capitales brasileño y argentino, y cuyos tratados fueron firmados por dictaduras militares.

Si es electo, Lugo está decidido a convocar a Brasil para renegociar el Tratado de Itaipú. La energía paraguaya es vendida a Brasil a bajo precio, el cual pretende multiplicar por siete, lo que garantizaría a su país una recaudación anual de US$ 1.8 mil millones. Todo indica que el presidente Lula no pondría obstáculos a la renegociación.

Lugo quiere además promover la reforma agraria para beneficiar a 300 mil familias sin-tierra (el 70% de las tierras productivas pertenece al 2.5% de los propietarios); y valorizar cooperativas y pequeñas empresas, con miras a sintonizar el crecimiento económico con el desarrollo social. Se propone también superar la relación asimétrica de Paraguay con los demás países del Mercosur.

El Partido Colorado domina todo el aparato estatal y judicial de Paraguay. Lugo se dispone a rescatar la autonomía de los jueces y despartidizar la máquina estatal. Cerca del 90% de la población es bilingüe, se expresa en español y guaraní, aunque este pueblo indígena represente, oficialmente, sólo el 0,7% de la población. Pero, por primera vez en la historia de Paraguay, una indígena guaraní es candidata a senadora.

En el siglo XIX, Paraguay fue el país más independiente, justo y evolucionado de América del Sur. Instigados por la corona británica, Brasil, Argentina y Uruguay le entablaron una guerra de 1864 a 1870. De los 160 mil soldados y oficiales brasileños, 50 mil no retornaron. Y al menos 300 mil paraguayos, entre civiles y militares, murieron en la guerra.

Las Fuerzas Armadas de Brasil deben a la nación la apertura de los archivos de la guerra de Paraguay, y también de la dictadura militar (1964-1985). (Traducción ALAI)


- Frei Betto, escritor, autor de “Bautizo de Sangre” (Rocco), integra el comité internacional de fiscalización de la disputa paraguaya.

miércoles, 9 de abril de 2008

Más allá de lo evidente


CRIOLLO
Dice Juan Carlos Navarro, que su propuesta de gobierno es seguir el camino ya iniciado por Martín Torrijos con una política económica que ha dado prosperidad, atraído inversiones extranjeras e incentivado la propiedad privada, y que esa política económica “propia y muy panameña” es la que el seguirá como presidente, frente a los modelos extranjeros y extraños que pretenden imponer otros candidatos.

No sorprende este tipo de campaña sucia y baja, sorprende que todavía haya gente que crea que el capitalismo salvaje impuesto a escala global, es tan criollo como la pollera.

TRINCHERA DEL COMUNISMO
Parte de estos comentarios de Navarro –aparentemente inocentes- son parte de la campaña que le tiene montada a su copartidaria, Balbina Herrera, tildándola de “socialista” para bajar su supuesta popularidad en aquel colectivo.

Nuevamente sorprende que algunos crean estos señalamientos, ¿Alguno de esos incautos sabe que es realmente Socialismo? Sabiendo que es Socialismo, ¿saben que acciones concretas en lo político, económico y social ha hecho esta candidata para encajar políticamente dentro de esta ideología?

Herrera, Navarro y todos los compinches que los acompañan, han sido durante la “democracia”, baluartes del capitalismo, cómplices y auspiciadores del asesinato y procesamiento judicial de obreros y líderes populares. Ahora, como el niño mimado de la oligarquía no es consentido con la candidatura presidencial, se destapa la caja de Pandora en el PRD y resulta que estos represores del movimiento revolucionario panameño, son nada más y nada menos que una trinchera del comunismo. Repito, a la luz de los hechos, no deja de sorprender como es posible que algunos crean estas campañitas recicladas de la guerra fría.

OCUPACIÓN Y RETIRADA: MÁS ALLÁ DE LO EVIDENTE.
Para McCain, los Estados Unidos no deben retirarse de Irak, hasta que se garantice la protección de los intereses estadounidenses. Para Hilary, los Estados Unidos debe retirarse pronto de Irak, porque ya los estadounidenses han cumplido con entregarle la libertad y la democracia a aquel país, y ahora los iraquíes, deben asumir su responsabilidad.

Moralejas: los republicanos pueden ser más honestos que los demócratas –aunque sean gemelos son diferentes- y no todo lo que brilla es progresista.

Por: LCR

Publicado en Kaos en la Red.

sábado, 5 de abril de 2008

El Imperio del Consumo


Por: Eduardo Galeano

El derecho al derroche, privilegio de pocos, dice ser la libertad de todos.


Esta civilización no deja dormir a las flores, ni a las gallinas, ni a la gente. En los invernaderos, las flores están sometidas a luz continua, para que crezcan más rápido. En las fábricas de huevos, las gallinas también tienen prohibida la noche. Y la gente está condenada al insomnio, por la ansiedad de comprar y la angustia de pagar.

La explosión del consumo en el mundo actual mete más ruido que todas las guerras y arma más alboroto que todos los carnavales. Como dice un viejo proverbio turco, quien bebe a cuenta, se emborracha el doble.

La parranda aturde y nubla la mirada; esta gran borrachera universal parece no tener límites en el tiempo ni en el espacio. Pero la cultura de consumo suena mucho, como el tambor, porque está vacía; y a la hora de la verdad, cuando el estrépito cesa y se acaba la fiesta, el borracho despierta, solo, acompañado por su sombra y por los platos rotos que debe pagar.

La expansión de la demanda choca con las fronteras que le impone el mismo sistema que la genera. El sistema necesita mercados cada vez más abiertos y más amplios, como los pulmones necesitan el aire, y a la vez necesita que anden por los suelos, como andan, los precios de las materias primas y de la fuerza trabajo. El sistema habla en nombre de todos, a todos dirige sus imperiosas órdenes de consumo, entre todos difunde la fiebre compradora; pero ni modo: Para casi todos, esta aventura comienza y termina en la pantalla del televisor. La mayoría, que se endeuda para tener cosas, termina teniendo nada más que deudas para pagar deudas que generan nuevas deudas, y acaba consumiendo fantasías que a veces materializa delinquiendo.

El derecho al derroche, privilegio de pocos, dice ser la libertad de todos. Dime cuánto consumes y te diré cuánto vales. Esta civilización no deja dormir a las flores, ni a las gallinas, ni a la gente. En los invernaderos, las flores están sometidas a luz continua, para que crezcan más rápido. En las fábricas de huevos, las gallinas también tienen prohibida la noche. Y la gente está condenada al insomnio, por la ansiedad de comprar y la angustia de pagar. Este modo de vida no es muy bueno para la gente, pero es muy bueno para la industria farmacéutica.

EE.UU. consume la mitad de los sedantes, ansiolíticos y demás drogas químicas que se venden legalmente en el mundo, y más de la mitad de las drogas prohibidas que se venden ilegalmente, lo que no es moco de pavo si se tiene en cuenta que EE.UU. apenas suma el cinco por ciento de la población mundial.

«Gente infeliz, la que vive comparándose», lamenta una mujer en el barrio del Buceo, en Montevideo. El dolor de ya no ser, que otrora cantara el tango, ha dejado paso a la vergüenza de no tener. Un hombre pobre es un pobre hombre. «Cuando no tenés nada, pensás que no valés nada», dice un muchacho en el barrio Villa Fiorito, de Buenos Aires. Y otro comprueba, en la ciudad dominicana de San Francisco de Macorís: «Mis hermanos trabajan para las marcas. Viven comprando etiquetas, y viven sudando la gota gorda para pagar las cuotas». Invisible violencia del mercado: la diversidad es enemiga de la rentabilidad, y la uniformidad manda. La producción en serie, en escala gigantesca, impone en todas partes sus obligatorias pautas de consumo. Esta dictadura de la uniformización obligatoria es más devastadora que cualquier dictadura del partido único: impone en el mundo entero, un modo de vida que reproduce a los seres humanos como fotocopias del consumidor ejemplar.

El consumidor ejemplar es el hombre quieto. Esta civilización, que confunde la cantidad con la calidad, confunde la gordura con la buena alimentación.

Según la revista científica The Lancet, en la última década la «obesidad severa» ha crecido casi un 30 % entre la población joven de los países más desarrollados. Entre los niños norteamericanos, la obesidad aumentó en un 40% en los últimos dieciséis años, según la investigación reciente del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Colorado. El país que inventó las comidas y bebidas light, los diet food y los alimentos fat free, tiene la mayor cantidad de gordos del mundo. El consumidor ejemplar sólo se baja del automóvil para trabajar y para mirar televisión. Sentado ante la pantalla chica, pasa cuatro horas diarias devorando comida de plástico.

Triunfa la basura disfrazada de comida: Esta industria está conquistando los paladares del mundo y está haciendo trizas las tradiciones de la cocina local. Las costumbres del buen comer, que vienen de lejos, tienen, en algunos países, miles de años de refinamiento y diversidad, y son un patrimonio colectivo que de alguna manera está en los fogones de todos y no sólo en la mesa de los ricos. Esas tradiciones, esas señas de identidad cultural, esas fiestas de la vida, están siendo apabulladas, de manera fulminante, por la imposición del saber químico y único: la globalización de la hamburguesa, la dictadura de la fast food. La plastificación de la comida en escala mundial, obra de McDonald's, Burger King y otras fábricas, viola exitosamente el derecho a la autodeterminación de la cocina: sagrado derecho, porque en la boca tiene el alma una de sus puertas.

El campeonato mundial de fútbol del 98 nos confirmó, entre otras cosas, que la tarjeta MasterCard tonifica los músculos, que la Coca-Cola brinda eterna juventud y que el menú de McDonald's no puede faltar en la barriga de un buen atleta. El inmenso ejército de McDonald's dispara hamburguesas a las bocas de los niños y de los adultos en el planeta entero. El doble arco de esa M sirvió de estandarte, durante la reciente conquista de los países del Este de Europa. Las colas ante el McDonald's de Moscú, inaugurado en 1990 con bombos y platillos, simbolizaron la victoria de Occidente con tanta elocuencia como el desmoronamiento del Muro de Berlín.

Un signo de los tiempos: Esta empresa, que encarna las virtudes del mundo libre, niega a sus empleados la libertad de afiliarse a ningún sindicato. McDonald's viola, así, un derecho legalmente consagrado en los muchos países donde opera. En 1997, algunos trabajadores, miembros de eso que la empresa llama la Macfamilia, intentaron sindicalizarse en un restorán de Montreal en Canadá: el restorán cerró. Pero en el 98, otros empleados de McDonald's, en una pequeña ciudad cercana a Vancouver, lograron esa conquista, digna de la Guía Guinness.

Las masas consumidoras reciben órdenes en un idioma universal: la publicidad ha logrado lo que el esperanto quiso y no pudo. Cualquiera entiende, en cualquier lugar, los mensajes que el televisor transmite. En el último cuarto de siglo, los gastos de publicidad se han duplicado en el mundo. Gracias a ellos, los niños pobres toman cada vez más Coca-Cola y cada vez menos leche, y el tiempo de ocio se va haciendo tiempo de consumo obligatorio. Tiempo libre, tiempo prisionero: las casas muy pobres no tienen cama, pero tienen televisor, y el televisor tiene la palabra... Comprado a plazos, ese animalito prueba la vocación democrática del progreso: a nadie escucha, pero habla para todos. Pobres y ricos conocen, así, las virtudes de los automóviles último modelo, y pobres y ricos se enteran de las ventajosas tasas de interés que tal o cual banco ofrece.

Los expertos saben convertir a las mercancías en mágicos conjuntos contra la soledad. Las cosas tienen atributos humanos: acarician, acompañan, comprenden, ayudan, el perfume te besa y el auto es el amigo que nunca falla.

La cultura del consumo ha hecho de la soledad el más lucrativo de los mercados. Los agujeros del pecho se llenan atiborrándolos de cosas, o soñando con hacerlo. Y las cosas no solamente pueden abrazar: ellas también pueden ser símbolos de ascenso social, salvoconductos para atravesar las aduanas de la sociedad de clases, llaves que abren las puertas prohibidas. Cuanto más exclusivas, mejor: Las cosas te eligen y te salvan del anonimato multitudinario. La publicidad no informa sobre el producto que vende, o rara vez lo hace. Eso es lo de menos. Su función primordial consiste en compensar frustraciones y alimentar fantasías: ¿En quién quiere usted convertirse comprando esta loción de afeitar?

El criminólogo Anthony Platt ha observado que los delitos de la calle no son solamente fruto de la pobreza extrema. También son fruto de la ética individualista. La obsesión social del éxito, dice Platt, incide decisivamente sobre la apropiación ilegal de las cosas. Yo siempre he escuchado decir que el dinero no produce la felicidad; pero cualquier televidente pobre tiene motivos de sobra para creer que el dinero produce algo tan parecido, que la diferencia es asunto de especialistas.

Según el historiador Eric Hobsbawm, el siglo XX puso fin a siete mil años de vida humana centrada en la agricultura desde que aparecieron los primeros cultivos, a fines del paleolítico. La población mundial se urbaniza, los campesinos se hacen ciudadanos. En América Latina tenemos campos sin nadie y enormes hormigueros urbanos: las mayores ciudades del mundo, y las más injustas. Expulsados por la agricultura moderna de exportación, y por la erosión de sus tierras, los campesinos invaden los suburbios. Ellos creen que Dios está en todas partes, pero por experiencia saben que atiende en las grandes urbes. Las ciudades prometen trabajo, prosperidad, un porvenir para los hijos. En los campos, los esperadores miran pasar la vida, y mueren bostezando; en las ciudades, la vida ocurre, y llama. Hacinados en tugurios, lo primero que descubren los recién llegados es que el trabajo falta y los brazos sobran, que nada es gratis y que los más caros artículos de lujo son el aire y el silencio.

Mientras nacía el siglo XIV, fray Giordano da Rivalto pronunció en Florencia un elogio de las ciudades. Dijo que las ciudades crecían «porque la gente tiene el gusto de juntarse». Juntarse, encontrarse. Ahora, ¿quién se encuentra con quién? ¿Se encuentra la esperanza con la realidad? El deseo, ¿se encuentra con el mundo? Y la gente, ¿se encuentra con la gente? Si las relaciones humanas han sido reducidas a relaciones entre cosas, ¿cuánta gente se encuentra con las cosas?

El mundo entero tiende a convertirse en una gran pantalla de televisión, donde las cosas se miran pero no se tocan. Las mercancías en oferta invaden y privatizan los espacios públicos. Las estaciones de autobuses y de trenes, que hasta hace poco eran espacios de encuentro entre personas, se están convirtiendo ahora en espacios de exhibición comercial.

El shopping center, o shopping mall vidriera de todas las vidrieras, impone su presencia avasallante. Las multitudes acuden, en peregrinación, a este templo mayor de las misas del consumo. La mayoría de los devotos contempla, en éxtasis, las cosas que sus bolsillos no pueden pagar, mientras la minoría compradora se somete al bombardeo de la oferta incesante y extenuante. El gentío, que sube y baja por las escaleras mecánicas, viaja por el mundo: los maniquíes visten como en Milán o París y las máquinas suenan como en Chicago, y para ver y oír no es preciso pagar pasaje. Los turistas venidos de los pueblos del interior, o de las ciudades que aún no han merecido estas bendiciones de la felicidad moderna, posan para la foto, al pie de las marcas internacionales más famosas, como antes posaban al pie de la estatua del prócer en la plaza. Beatriz Solano ha observado que los habitantes de los barrios suburbanos acuden al center, al shopping center, como antes acudían al centro. El tradicional paseo del fin de semana al centro de la ciudad, tiende a ser sustituido por la excursión a estos centros urbanos. Lavados y planchados y peinados, vestidos con sus mejores galas, los visitantes vienen a una fiesta donde no son convidados, pero pueden ser mirones. Familias enteras emprenden el viaje en la cápsula espacial que recorre el universo del consumo, donde la estética del mercado ha diseñado un paisaje alucinante de modelos, marcas y etiquetas.

La cultura del consumo, cultura de lo efímero, condena todo al desuso mediático. Todo cambia al ritmo vertiginoso de la moda, puesta al servicio de la necesidad de vender. Las cosas envejecen en un parpadeo, para ser reemplazadas por otras cosas de vida fugaz. Hoy que lo único que permanece es la inseguridad, las mercancías, fabricadas para no durar, resultan tan volátiles como el capital que las financia y el trabajo que las genera. El dinero vuela a la velocidad de la luz: ayer estaba allá, hoy está aquí, mañana quién sabe, y todo trabajador es un desempleado en potencia. Paradójicamente, los shoppings centers, reinos de la fugacidad, ofrecen la más exitosa ilusión de seguridad. Ellos resisten fuera del tiempo, sin edad y sin raíz, sin noche y sin día y sin memoria, y existen fuera del espacio, más allá de las turbulencias de la peligrosa realidad del mundo.

Los dueños del mundo usan al mundo como si fuera descartable: una mercancía de vida efímera, que se agota como se agotan, a poco de nacer, las imágenes que dispara la ametralladora de la televisión y las modas y los ídolos que la publicidad lanza, sin tregua, al mercado. Pero, ¿a qué otro mundo vamos a mudarnos? ¿Estamos todos obligados a creernos el cuento de que Dios ha vendido el planeta a unas cuantas empresas, porque estando de mal humor decidió privatizar el universo? La sociedad de consumo es una trampa cazabobos. Los que tienen la manija simulan ignorarlo, pero cualquiera que tenga ojos en la cara puede ver que la gran mayoría de la gente consume poco, poquito y nada necesariamente, para garantizar la existencia de la poca naturaleza que nos queda. La injusticia social no es un error a corregir, ni un defecto a superar: Es una necesidad esencial. No hay naturaleza capaz de alimentar a un shopping center del tamaño del planeta.