jueves, 3 de diciembre de 2009

América Latina: Mismos actores, otro escenario.

p_26_02_2008Con el último resultado electoral de mayo en Panamá, con el posible éxito de Sebastián Piñera en Chile y algunos otros casos en el continente, se puede llegar a pensar que se está produciendo una restauración oligárquica, en la cual representantes de las clases dominantes pasarían a relegar del poder a los políticos profesionales que asumieron la administración del Estado, tras las tiranías militares. Pero cuando esta clase política o los militares controlaban la administración del Estado, ¿A quién representaban?

Recordemos que ni la casta militar y menos la clase política, son una clase social dentro de la estructura de nuestra sociedad contemporánea, son segmentos sociales que están insertos dentro de alguna clase social. Nuestra sociedad, como sociedad capitalista que es, tiene dos clases fundamentales –más no únicas- la clase burguesa o empresarial y la clase trabajadora, son estas las que al mismo tiempo generan las contradicciones básicas que alimentan los conflictos sociales en el sistema.

Siendo esto así, pasando desde las tiranías militares, a las administraciones de políticos profesionales, llegando a la supuesta restauración oligárquica, podemos ver que la relación social explotador/explotado, se ha mantenido inmutable y los cambios que se han producido han sido tan sólo de apariencia.

En la última década se hablo mucho del “retorno a la democracia” y hoy se sigue diciendo que vivimos en un régimen democrático, pero la respuesta del aparato estatal a la protesta social ha demostrado, que en la mayoría de los países de América Latina sólo tenemos democracia, mientras se acepten las condiciones que nos impone el capitalismo.

En estos años de avance electoral de algunos sectores progresistas latinoamericanos, se ha dado una recomposición de los partidos electorales, en la cual los discursos de los partidos de derecha y de centro izquierda tienden cada vez más al centrismo político. Esta indefinición no es más que parte del oportunismo electorero que concibe las posiciones políticas, como un elemento más del mercadeo que tiene como meta, el gran botín: los negocios con el Estado y la repartición de los puestos administrativos.

LA CRISIS

Prácticamente desde que se inicia la lucha de los trabajadores contra el capitalismo, surge el mito de que el sistema se caerá sólo, en una de sus crisis cíclicas, dando paso a un mundo de justicia social. Tal cosa no pasa de ser un buen sueño y la historia ha demostrado que sólo mediante la lucha organizada, es posible transformar la sociedad. Es más, los niveles de depredación ambiental que genera la avaricia capitalista indican que, si la humanidad no detiene este fenómeno, peligra la vida misma sobre la Tierra.

América Latina no ha sido ajena a la caída estrepitosa de los postulados del neoliberalismo, ha aumentado el desempleo, mientras que los grandes empresarios han sostenido su cómodo nivel de vida, traspasando el costo de la crisis a los consumidores.

Es imposible que la derecha o la centro izquierda política puedan generar soluciones a la crisis económica, en la cual no sean sacrificados los trabajadores y los marginados, pues fueron precisamente esos sectores los discípulos predilectos del capitalismo neoliberal en nuestro continente, defensores convencidos del libre mercado y la libre oferta y demanda. Si los sectores progresistas, con una visión de cambio poscapitalista, desean tener una respuesta coherente a la crisis, es necesario ir mucho más allá del plano meramente electoral y deben concebirse espacios de organización y construcción de poder popular, incrementar la batalla contrahegemónica en todos los espacios de lucha, lo cual haría posibles y sustentables los cambios sociales encaminados por el pueblo trabajador.

CORRELACIÓN DE FUERZAS

En Nuestra América, más allá de las diferencias entre las administraciones de Chávez y Uribe, a nivel gubernamental no hay contradicciones profundas, hay matices. Y fuera de Cuba, Venezuela y Bolivia, el resto de los países del denominado bloque de izquierda, mantienen en la práctica una política que podría etiquetarse de liberal y en el plano económico de socialdemócrata. De todos ellos, se destaca Brasil, que con la administración Lula ha decidido consolidar de forma “amable” su posición de potencia en el continente, convirtiéndose así en un reto para la política internacional totalitaria que acostumbra practicar Estados Unidos con sus vecinos del sur.

La agudización de las luchas en América Latina se irá incrementando, pero no será su escenario principal el interestatal, sino el de los movimientos sociales que han lanzado su marcha por la conquista de la democracia popular y participativa, contra las fuerzas abiertamente reaccionarias o aquellas que tras posiciones de moderación, encubren su propósito de proteger el modo de producción dominante. Honduras tan sólo ha sido un momento de esta nueva batalla que ha tenido como escenarios anteriores, el fallido Golpe de Estado en Venezuela en 2002, el también fallido intento en Bolivia en 2008 y el perpetrado con éxito en Haití contra Jean Bertrand Aristide, por tropas estadounidenses.

El Golpe de Estado Militar perpetrado en Honduras por la oligarquía, los militares y los políticos profesionales, es una prueba más de la unidad de estos tres sectores tras el estandarte de los intereses de las clases dominantes. Esta acción criminal no tenía como objeto principal derrocar a Zelaya o atentar contra la decisión soberana del pueblo hondureño respecto a su constituyente, sino que está dirigida a estimular a los cuerpos militares de otros países a seguir el ejemplo. Además, se constituye en un ensayo del gobierno estadounidense y sus lacayos, de cómo realizar un Golpe de Estado y luego pintarse el rostro de democracia, con unas elecciones bajo la tutela de los cuarteles.

En contraste con su predecesor, Barak Obama ha sido caracterizado como un líder liberal, inteligente, incluso por uno que otro despistado, de progresista; pero la realidad ha demostrado que su política hacia América Latina se diferencia muy poco de la anterior. Si Bush II activo la IV Flota para patrullar el Caribe, Obama pretende instalar bases en Colombia y Panamá; si Bush apoyo el muy “democrático” Golpe de Estado Militar contra el gobierno constitucional de Venezuela en 2002, Obama apoya las muy “democráticas” elecciones que legitimarán el Golpe de Estado Militar realizado en Honduras.

Sólo mediante la unidad popular de los Estados latinoamericanos, es posible que desarrollemos una política independiente y una economía a favor del ser humano, eso lo saben quienes se benefician de la división y la estimulan con la complicidad de sus socios nacionales. Esto es noticia vieja, ya lo había advertido Simón Bolívar, hace casi doscientos años de forma muy exacta.

Si la coyuntura actual se analiza con el prisma del centrismo, la moderación, el inmediatismo o de una supuesta responsabilidad democrática, las conclusiones nos conducirán nuevamente por los esplendorosos caminos de la recuperación económica capitalista, a costa de sacrificar a los marginados de siempre.

El Golpe de Estado Militar en Honduras y la instalación de bases militares estadounidenses en Panamá y Colombia, son señales inequívocas de que la contraofensiva estadounidense y burguesa hacia América Latina ha iniciado, a cargo de la benigna administración Obama. Como lo han demostrado, están dispuestos a recurrir a todos los medios posibles para conservar su poder imperial sobre la región y sobre todo, por apropiarse de los recursos naturales que posee esta parte del continente, no deteniéndose en sutilezas democráticas, haciendo uso de las armas y la fuerza bruta en cuanto la defensa de su dominio lo amerite. Las pruebas están a la vista de todos.

La lucha por la libertad de los pueblos no es como una marcha dominguera, no pasa sólo por tener una buena propuesta y convencer a los votantes, ni siquiera pasa por ganar unas elecciones, pues llegar al gobierno no es lo mismo que llegar al poder; y la izquierda política, honesta y consecuente, debe estudiar y comprender las complejidades y sacrificios que implica la lucha, para evitar que las masas populares caigan atraídas por los cantos de sirena de quienes buscan tirarle un salvavidas al sistema.

Por: LCR, publicado en Kaos en la Red.

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