Corría la noche del lunes 6 de junio el 2005, los cinco miembros de la dirección del grupo estudiantil debatíamos que acción concreta deberíamos programar para el día siguiente. La discusión se centro en dos propuestas, en la primera nos planteábamos hacer un cierre definitivo de la vía interamericana, como medida de presión contra la Ley 17 de la muerte; la otra propuesta era hacer un cierre intermitente, con repartición de volantes a los transeúntes. Sabíamos que el gobierno plutócrata de Torrijos a buscado “satanizar” la lucha del Pueblo, diciendo que solo buscamos la violencia y la desestabilización (el mismo discurso de la doctrina de seguridad nacional yanqui), por eso decidimos hacer un cierre intermitente con volantes.
En la mañana del 7 de junio, pondríamos a prueba nuestra propuesta a la masa estudiantil, al fin y al cabo, solo si ellos apoyan puede haber lucha, la vanguardia propone pero el Pueblo dispone.
La aceptación fue mucho mayor de la esperada, detrás de 16 banderas amarillas con ribetes rojos, iba una multitud de alrededor de 400 estudiantes, que de manera pacifica, iba a hacer sentir su descontento al tirano de turno.
La vía interamericana, a la altura de la UNACHI, es una vía de cuatro carriles, con una isleta divisoria. Al llegar a la calle, el grupo que iba al frente con banderas, fue sorprendido por 20 unidades policiales que los rodearon rápidamente de manera intimidatoria. Los estudiantes dialogamos con uno de los uniformados rasos el cual nos dijo que no podíamos cerrar la calle, pero podíamos quedarnos en el centro, a lo cual accedimos. En pocos segundos llego un superior, el cual nos dijo que tampoco podíamos estar en la isleta, sino a la orilla.
El descontento fue máximo, por el atropello y la prepotencia de las unidades policiales, quienes portaban en las manos las conocidas “esposas”, buscando así amedrentar al estudiantado. Decidimos retroceder a las puertas de la universidad, no aceptaríamos la vergonzosa imposición de los agentes represores. Dejarnos mirando en la acera no sirve, el gobierno lo sabe y el Pueblo también debe comprenderlo.
Nos replegamos a la universidad, conversamos con el estudiantado y les explicamos la situación represiva en la que nos encontrábamos. La respuesta fue unánime, bajaríamos nuevamente, pero frente a la violencia policial no iríamos con las manos vacías.
Dicen que somos los “tirapiedra” pero como pueden ver, nosotros no somos el génesis de la violencia. Es el gobierno con su sordera y sus medidas antipopulares, es la policía con su violencia voraz y su aptitud bravucona.
Frente a esta situación bajamos a pelear por nuestro derecho a protestar, nuestro derecho a presionar a un gobierno soberbio. A pedradas hicimos a las unidades policiales refugiarse tras las escaleras del puente elevado, desde donde nos habían emboscado anteriormente.
Cuando los acorralamos allí, les ofrecimos una tregua, la oportunidad de irse de allí, a lo cual nos respondieron que ellos no habían pedido ninguna tregua.
Mansa y estúpidamente, los policías soportaron 30 segundos más de piedras. Se les había convidado a que se fueran, que el problema no es con ellos, que razonasen porque los ministros, los diputados o sus hijos, no son los que van recibir los golpes. Ni esas, ni otras palabras surtieron efecto, parece que en la “Academia” les enseñan a ser robots, que no comprenden razones, solo ordenes. No recuerda a su familia y amigos pobres como ellos, sólo piensan en sus jefes ricos, como dijo uno de ellos al dar una orden, “el ministro Héctor Alemán dijo que no pueden estar aquí”
Con nuestras piedras les respondimos, ¡que mierda nos importa lo que diga el ministro! En medio de consignas los hicimos retroceder y la masa estudiantil que seguía a la vanguardia se tomo libremente la calle. Entre consignas y cantos, jóvenes eufóricos y muchachas hermosas, el Pueblo universitario se sintió dueño de su voz, y solo cuando el Pueblo habla y decide su destino, existe democracia (no cuando decide su verdugo en las urnas).
Tras unos tres minutos, todo cambio, llegaron refuerzos policiales por otro frente y la retirada para esa juventud, que antes celebraba su democracia de hecho, fue terrorífica.
Llegaron las balas de goma, con pintura, los perdigones, las bombas lacrimógenas; pero se encontraron con resistencia y la lucha duro alrededor de tres horas y media más, en las cuales, pese a su superioridad de implementos, los represores retrocedieron varias veces.
Sólo había tres biombos entre todos los estudiantes que combatían, no había cócteles molotov. Esa es una prueba más, de las intenciones pacificas de los estudiantes.
Piedras contra balas, luchando por la vida y la prensa solo piensa en los “terceros” afectados.
Ningún sector popular esta desestabilizando el país, el gobierno lo hace imponiendo su versión de democracia. La democracia de la burguesía, es para el Pueblo tiranía.
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