viernes, 21 de septiembre de 2007

Los y las jóvenes frente a la desigualdad y la exclusión en Centroamérica

Las causas principales de la desigualdad y la exclusión en Centroamérica, se encuentran en la aplicación de un modelo económico que privilegia la dependencia nacional frente al capital imperialista, la explotación del trabajo obrero y campesino frente al poder del capital privado y la reducción de las responsabilidades del Estado, a un punto mínimo, desplazando el Estado keynesiano, por un modelo neoliberal en estado salvaje.

Esta desigualdad y exclusión social se manifiestan en la falta del servicio de salud para millones de jóvenes y sus familias, educación pública ineficiente, de poca cobertura y enajenante. Programas de Seguridad ciudadana que criminalizan a los y las jóvenes de pocos recursos, que en general criminalizan la pobreza.

El modelo económico capitalista dependiente, impone a las y los centroamericanos pobres y trabajadores, condiciones de explotación miserables, son víctimas de la competencia entre las burguesías dominantes, que buscan reducir los Derechos Laborales al mínimo para atraer a la “inversión” extranjera.

La población joven, en todo este escenario, se encuentra en una vulnerabilidad mucho mayor, pues entre servicios públicos deficientes y enajenantes y las medidas de seguridad estrictamente represivas, los y las jóvenes son arrastrados a la perpetuación de su condición de dominados y explotados.

Las consecuencias de la apertura de los mercados económicos en la región, por efectos de la denominada globalización, ha venido a profundizar la desigualdad. Privatizaciones, liberalización de precios, institucionalización bajo un barniz democrático de la mafiocracia han sido sólo algunos de los efectos del totalitarismo globalizador.

El Estado, como instrumento controlado por las clases dominantes, ha jugado su papel como ejecutor de la política económica capitalista. Ha creado leyes antipopulares, ha impuesto su ejecución con el instituto armado, ha garantizado la permanencia de su plan con la alternabilidad de sus partidos.

Porque no nos llamemos a engaño, ni vayamos a retroceder en la teoría política, el Estado no es un ente por encima de las clases sociales que luchan dentro de la sociedad. El Estado en nuestros países esta controlado por una clase social, la dominante, la burguesía, que además de controlar el poder político a través del Estado, controla el poder económico y los instrumentos de dominación ideológica, como lo son los medios de comunicación y los sistemas educativos.

Al Estado no le corresponderá jugar un papel diferente, mientras los y las trabajadores, campesinos y demás fuerzas progresistas, no sean los ejecutores reales del poder soberano.

El papel de los partidos políticos progresistas en Centroamérica, ante esta crítica situación, ha sido tan desigual, como lo son las mismas situaciones particulares de cada país.

En el caso de Panamá, nuestro país, no tiene ningún partido político electoral progresista -dígase alto y claro- para los que se confundan con etiquetas. La aplicación del modelo económico neoliberal ejecutado por todos los actores políticos electorales, es una de las tantas pruebas.

El movimiento popular, frente a la desigualdad y la exclusión social, ha atacado sus raíces profundas y ha ofrecido dura resistencia frente a cada intento de profundización de este modelo injusto. Pero la falta de unión, ha demostrado ser el principal factor que ha limitado pasar del plano contestatario a la acción propositiva conjunta, rumbo a la toma popular del poder político y económico del Estado.

En Panamá, las organizaciones populares deben plantearse unir puntos comunes mínimos, aglutinar esfuerzos, construir poder popular desde las bases mismas de la comunidad, centros de trabajo y estudio, abrir espacios de participación y acción popular, frente a la falta de espacios institucionales, que están en la actualidad reservados al sostenimiento del actual sistema, que general desigualdad y exclusión.

Los y las jóvenes, son principales en este esfuerzo, como actores principales los que ya luchan y como sujetos a ser incorporados a la edificación de su propio destino, aquellos que se mantienen en la indiferencia.

Sin la participación beligerante de la juventud, es inconcebible, la consecución de cambios sociales reales y profundos.

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