ESTE ESCRITO FUE PUBLICADO EN EL LIBRO: RETOS DE LA JUVENTUD MESOAMERICANA EN EL SIGLO XXI, QUE SALIO EL 29 DE NOVIMEBRE DE ESTE 2007, EN CIUDAD DE GUATEMALA, AUSPICIADO POR LA FEDERACION LUTERANA MUNDIAL Y LA COORDINADORA MESOAMERICANA DE LA JUVENTUD (CMJ).
Por: Ronaldo Ortíz
PANAMÁ - Ubicado en un área donde las desigualdades sociales se muestran en su más cruel realidad, la región mesoamericana, de su población total, aglomera una población indígena de mas de un tercio de esta población y su juventud representa ya mas de la mitad de nuestros pueblos autóctonos. Siendo pueblos que sufren la marginación y explotación; no parecen ser herederos de las genuinas salvaguardas de estas tierras ancestrales, de basta riqueza cultural y cosmogónica. Los alarmantes niveles de pobreza, los insignificantes niveles de desarrollo y toda esa condición que hace que nuestros pueblos indígenas sean considerados sub desarrollados, según el enfoque occidental, permite que este análisis que desarrollamos a continuación se de desde las mas firmes convicciones de la juventud indígena mesoamericana, quienes estamos llamados primariamente a resguardar la cultura, identidad y actitud aguerrida de los pueblos, históricamente poseedores de estas tierras. Por lo tanto, nuestro análisis no se fundamenta en la visión occidental de la vida, donde prevalece la defensa de los derechos humanos y los derechos individuales bajo un modelo económico enmarcado en el libre mercado. La definiremos desde la cosmovisión indígena propia, que se caracteriza por la relación del universo, la naturaleza y el ser humano, la promoción de los derechos colectivos, bajo un modelo de producción comunitario.
El sistema económico impuesto asocia la pobreza con la falta material de recursos para satisfacer necesidades básicas. Nuestra visión lo denota como la disminución o falta de espiritualidad, felicidad, en detrimento de un pensamiento propio, ya que nuestras riquezas se determinan desde la obtención y mantenimiento equilibrado de los recursos de la naturaleza, su diversidad biológica, que conlleva a la fortaleza de la identidad cultural y de la relación hombre/mujer-naturaleza-universo. Este enfoque permite mayores oportunidades de consenso, basados en nuestros hábitos y el legado cultural ancestral, y, por tanto, un marco de posibilidades mayores de un real desarrollo para nuestras comunidades, y para la juventud.
Para identificar mejor estos conceptos tomamos unas ideas del hermano Carlos Batzin, cuando al plantear sobre el desarrollo humano de los pueblos indígenas, indicaba:
“La visión de desarrollo de nuestros pueblos parte del origen de todas las formas de vida desde una perspectiva cosmogónica. El conocimiento alcanzado por los pueblos indígenas se enmarca en la cosmovisión y constituye la base de la práctica social, todas las estructuras de nuestras sociedades: políticas, sociales, culturales, económicas y religiosas, obedecieron un mismo patrón y en cada una se aplico la cooperación como ley fundamental del desarrollo, generando como sistema propio el comunitarismo esencia del modelo de vida que ha generado no solo la resistencia de los pueblos indígenas sino de la plataforma del desarrollo sostenible del futuro.”
De este señalamiento se desprende la tarea de la juventud indígena; una tarea que retoma el reto de superar los múltiples traumas de uno de los genocidios más infames que una civilización haya cometido contra otra. El genocidio iniciado con la conquista y profundizado durante distintos momentos de los últimos 515 años suprimió algunos pueblos que llevaron siglos de coexistencia con la tierra, la naturaleza y demás seres vivientes, y dejó a los sobrevivientes con secuelas de todo tipo.
Toca hacer avanzar nuestra condición de pueblos ancestrales, de firme convicción cultural, de principios cosmogónicos y de alta calidad como seres humanos, de trabajar por el bien común, en colectivo, promoviendo el comunitarismo como forma esencial del real desarrollo equitativo de las personas. La juventud indígena mesoamericana tiene la tarea de definir la estrategia adecuada para desdeñar de una vez esa condición de marginación y explotación condicionada por la composición de las estructura de dominación social, que imponen una forma de convivencia totalmente distinto a las formas reales de desarrollar a las comunidades y a sus pueblos.
Los enfoques y la acción propia y cotidiana de nuestros pueblos existen y transcurren en medio de una sociedad compuesta por distintos criterios y orígenes, y con distintos objetivos. Esto pone al descubierto los grandes retos que la juventud indígena de esta región debe afrontar; retos como la convivencia dentro de una sociedad occidental, sus formas y caracteres, con la raíz de ser y sentirnos de pueblos indígenas. Esto es una posición que debemos definir primeramente para poner en su justa dimensión ambas situaciones.
La convivencia debe ser no más que la clara intención de los pueblos no indígenas de respetar la tradición de sus hermanos indígenas. Esto debe manifestarse en el acceso a los bienes y servicios que ofrece el estado, en igualdad de condiciones, así mismo la apertura real de las formas de pensar y el respeto a la espiritualidad. Este último no se trata de antagonizar con las formas religiosas que nos han impuesto de otras civilizaciones, sino de velar por la cultura y las costumbres heredadas y mantenidas por nuestros pueblos. También la convivencia la determina la justa correlación política de nuestras leyes y tratados ancestrales, con las ya existentes desde la visión occidental, éstas últimas ya bastante desprestigiadas.
Hay elementos que se dan en la relación que tenemos con la sociedad en la que convivimos que afectan las costumbres que nos inculca nuestra cultura, ya sea desde los territorios de nuestros pueblos, o desde el ejemplo de nuestros mayores en ciudades. Por ejemplo, la educación oficial influye dramáticamente en la alienación de nuestros jóvenes y la imposición de una cultura sobre otra. Debemos fundamentar la educación de nuestras jóvenes en las formas tradicionales en que atendemos las situaciones diarias y su resolución efectiva y armónica con nuestros hermanos y hermanas. Esto debe prevalecer en toda circunstancia.
La falta de respuestas a las justas exigencias de nuestros pueblos, de mejorar su condición material de vida, así como la condición real de mínimo acceso a los recursos que obtienen los gobiernos nacionales, regentes del devenir de los países, ha caracterizado la relación Pueblos Indígenas – Estado. El Estado juega un papel sumamente importante en la situación de nuestros pueblos, ya que este fija las acciones materiales que deben resultar en bien común, cosa que en la práctica no se ve. Consecuencia de esto son los altos niveles de pobreza y la falta de acceso a los recursos económicos de las instituciones estatales.
Las estructuras tradicionales, la formación cultural y política de nuestros pueblos, las jerarquías propias, como tales, también influyen en como determinaremos nuestro actuar.
Tenemos que avanzar en la educación Intercultural bilingüe, la formación de líderes tradicionales, desde la juventud, la conformación de gremios juveniles y estudiantiles, la obtención de espacios físicos y de co-participación en toma de decisiones, ya sea comunitarias, como institucionales en el Estado, como a nivel internacional, y el fortalecimiento de espacios de intercambio de experiencias y acciones, como lo es el caso de la Coordinadora Mesoamericana Juvenil, que inicie con la transfiguración de un escenario que no ha traído, para nuestros pueblos indígenas mas que ayuda, atraso.
En fin, nosotros como jóvenes tenemos el reto de preservar nuestras culturas originarias, siendo parte de una sociedad homogénea, donde prevalece el individualismo, manifestado en y promovido por el libre mercado, chocando esta con la concepción propia de nuestros pueblos. Nuestra preparación en el mundo occidental también es necesaria para apoyar a nuestro mundo indígena. Nuestra labor de conciencia debe permitirnos aprovechar aspectos beneficiosos de la enseñanza técnica del occidente, de forma tal que obtengamos el mejor resultado de este para aplicarla para bien de nuestros pueblos, esto es pieza clave de nuestras 515 años de resistencia, que retoma su avanzada, para definitivamente hacer respetar nuestras culturas y posicionarla en el sitial que se merece.
En conclusión, el momento que viven nuestro pueblos indígenas en mesoamérica es de marginación, conciente dentro de las políticas estatales de gobiernos, que no son mas que simples administradores de un poder colonizador, quienes imponen un sistema económico y social que crea mas desigualad social y que choca con la preparación espiritual tradicional consciente y de alto sentir colectivo de los pueblos y la juventud indígena. Complementando las enseñanzas occidentales y las tradicionales, dejando claro que la única vía para la verdadera liberación de nuestros pueblos de esta condición, es conociendo y aprendiendo nuestra historia, para fortalecerla en el presente, irradiándola al futuro próximo, nos dan la firme convicción de seguir con la lucha de exigir el derecho que nos asiste de justicia e igualdad.
Autor: Ronaldo Ortiz, estudiante de economía de la Universidad de Panamá. Coordinador de actividades de la actual directiva de la A.E.K.U. Fue uno de los reiniciadores de esta última generación de la A.E.K.U, a finales de 2003, donde se redefinió la política a segurir, fortaleciendo el lema de asociación, añadiéndole ese sentir de ser de un pueblo con tanta historia, que arrojo la última línea del lema: Por Nuestra Cultura.
Es parte de diversas coordinaciones populares, actual miembro de dirección del Frente Nacional de los Derechos Económicos y Sociales de Panamá, FRENADESO.
El sistema económico impuesto asocia la pobreza con la falta material de recursos para satisfacer necesidades básicas. Nuestra visión lo denota como la disminución o falta de espiritualidad, felicidad, en detrimento de un pensamiento propio, ya que nuestras riquezas se determinan desde la obtención y mantenimiento equilibrado de los recursos de la naturaleza, su diversidad biológica, que conlleva a la fortaleza de la identidad cultural y de la relación hombre/mujer-naturaleza-universo. Este enfoque permite mayores oportunidades de consenso, basados en nuestros hábitos y el legado cultural ancestral, y, por tanto, un marco de posibilidades mayores de un real desarrollo para nuestras comunidades, y para la juventud.
Para identificar mejor estos conceptos tomamos unas ideas del hermano Carlos Batzin, cuando al plantear sobre el desarrollo humano de los pueblos indígenas, indicaba:
“La visión de desarrollo de nuestros pueblos parte del origen de todas las formas de vida desde una perspectiva cosmogónica. El conocimiento alcanzado por los pueblos indígenas se enmarca en la cosmovisión y constituye la base de la práctica social, todas las estructuras de nuestras sociedades: políticas, sociales, culturales, económicas y religiosas, obedecieron un mismo patrón y en cada una se aplico la cooperación como ley fundamental del desarrollo, generando como sistema propio el comunitarismo esencia del modelo de vida que ha generado no solo la resistencia de los pueblos indígenas sino de la plataforma del desarrollo sostenible del futuro.”
De este señalamiento se desprende la tarea de la juventud indígena; una tarea que retoma el reto de superar los múltiples traumas de uno de los genocidios más infames que una civilización haya cometido contra otra. El genocidio iniciado con la conquista y profundizado durante distintos momentos de los últimos 515 años suprimió algunos pueblos que llevaron siglos de coexistencia con la tierra, la naturaleza y demás seres vivientes, y dejó a los sobrevivientes con secuelas de todo tipo.
Toca hacer avanzar nuestra condición de pueblos ancestrales, de firme convicción cultural, de principios cosmogónicos y de alta calidad como seres humanos, de trabajar por el bien común, en colectivo, promoviendo el comunitarismo como forma esencial del real desarrollo equitativo de las personas. La juventud indígena mesoamericana tiene la tarea de definir la estrategia adecuada para desdeñar de una vez esa condición de marginación y explotación condicionada por la composición de las estructura de dominación social, que imponen una forma de convivencia totalmente distinto a las formas reales de desarrollar a las comunidades y a sus pueblos.
Los enfoques y la acción propia y cotidiana de nuestros pueblos existen y transcurren en medio de una sociedad compuesta por distintos criterios y orígenes, y con distintos objetivos. Esto pone al descubierto los grandes retos que la juventud indígena de esta región debe afrontar; retos como la convivencia dentro de una sociedad occidental, sus formas y caracteres, con la raíz de ser y sentirnos de pueblos indígenas. Esto es una posición que debemos definir primeramente para poner en su justa dimensión ambas situaciones.
La convivencia debe ser no más que la clara intención de los pueblos no indígenas de respetar la tradición de sus hermanos indígenas. Esto debe manifestarse en el acceso a los bienes y servicios que ofrece el estado, en igualdad de condiciones, así mismo la apertura real de las formas de pensar y el respeto a la espiritualidad. Este último no se trata de antagonizar con las formas religiosas que nos han impuesto de otras civilizaciones, sino de velar por la cultura y las costumbres heredadas y mantenidas por nuestros pueblos. También la convivencia la determina la justa correlación política de nuestras leyes y tratados ancestrales, con las ya existentes desde la visión occidental, éstas últimas ya bastante desprestigiadas.
Hay elementos que se dan en la relación que tenemos con la sociedad en la que convivimos que afectan las costumbres que nos inculca nuestra cultura, ya sea desde los territorios de nuestros pueblos, o desde el ejemplo de nuestros mayores en ciudades. Por ejemplo, la educación oficial influye dramáticamente en la alienación de nuestros jóvenes y la imposición de una cultura sobre otra. Debemos fundamentar la educación de nuestras jóvenes en las formas tradicionales en que atendemos las situaciones diarias y su resolución efectiva y armónica con nuestros hermanos y hermanas. Esto debe prevalecer en toda circunstancia.
La falta de respuestas a las justas exigencias de nuestros pueblos, de mejorar su condición material de vida, así como la condición real de mínimo acceso a los recursos que obtienen los gobiernos nacionales, regentes del devenir de los países, ha caracterizado la relación Pueblos Indígenas – Estado. El Estado juega un papel sumamente importante en la situación de nuestros pueblos, ya que este fija las acciones materiales que deben resultar en bien común, cosa que en la práctica no se ve. Consecuencia de esto son los altos niveles de pobreza y la falta de acceso a los recursos económicos de las instituciones estatales.
Las estructuras tradicionales, la formación cultural y política de nuestros pueblos, las jerarquías propias, como tales, también influyen en como determinaremos nuestro actuar.
Tenemos que avanzar en la educación Intercultural bilingüe, la formación de líderes tradicionales, desde la juventud, la conformación de gremios juveniles y estudiantiles, la obtención de espacios físicos y de co-participación en toma de decisiones, ya sea comunitarias, como institucionales en el Estado, como a nivel internacional, y el fortalecimiento de espacios de intercambio de experiencias y acciones, como lo es el caso de la Coordinadora Mesoamericana Juvenil, que inicie con la transfiguración de un escenario que no ha traído, para nuestros pueblos indígenas mas que ayuda, atraso.
En fin, nosotros como jóvenes tenemos el reto de preservar nuestras culturas originarias, siendo parte de una sociedad homogénea, donde prevalece el individualismo, manifestado en y promovido por el libre mercado, chocando esta con la concepción propia de nuestros pueblos. Nuestra preparación en el mundo occidental también es necesaria para apoyar a nuestro mundo indígena. Nuestra labor de conciencia debe permitirnos aprovechar aspectos beneficiosos de la enseñanza técnica del occidente, de forma tal que obtengamos el mejor resultado de este para aplicarla para bien de nuestros pueblos, esto es pieza clave de nuestras 515 años de resistencia, que retoma su avanzada, para definitivamente hacer respetar nuestras culturas y posicionarla en el sitial que se merece.
En conclusión, el momento que viven nuestro pueblos indígenas en mesoamérica es de marginación, conciente dentro de las políticas estatales de gobiernos, que no son mas que simples administradores de un poder colonizador, quienes imponen un sistema económico y social que crea mas desigualad social y que choca con la preparación espiritual tradicional consciente y de alto sentir colectivo de los pueblos y la juventud indígena. Complementando las enseñanzas occidentales y las tradicionales, dejando claro que la única vía para la verdadera liberación de nuestros pueblos de esta condición, es conociendo y aprendiendo nuestra historia, para fortalecerla en el presente, irradiándola al futuro próximo, nos dan la firme convicción de seguir con la lucha de exigir el derecho que nos asiste de justicia e igualdad.
Autor: Ronaldo Ortiz, estudiante de economía de la Universidad de Panamá. Coordinador de actividades de la actual directiva de la A.E.K.U. Fue uno de los reiniciadores de esta última generación de la A.E.K.U, a finales de 2003, donde se redefinió la política a segurir, fortaleciendo el lema de asociación, añadiéndole ese sentir de ser de un pueblo con tanta historia, que arrojo la última línea del lema: Por Nuestra Cultura.
Es parte de diversas coordinaciones populares, actual miembro de dirección del Frente Nacional de los Derechos Económicos y Sociales de Panamá, FRENADESO.
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